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La autonomia de la voluntad como principio supremo de la moralidad.

La autonomía de la voluntad es la constitución de la voluntad, por la cual es ella para sí misma una ley-independientemente de como estén constituídos los objetos del querer-. El principio de la autonomía es, pues, no elegir de otro modo sino de éste: que las máximas de la elección, en el querer mismo, sean al mismo tiempo incluídas como ley universal. Que esta regla práctica es un imperativo, es decir, que la voluntad de todo ser racional está atada a ella necesariamente como condición, es cosa que por mero análisis de los conceptos presentes en esta afirmación no puede demostrarse, porque es una proposición sintética; habría que salir del conocimiento de los objetos y pasar a una crítica del sujeto, es decir, do la razón pura práctica: pues esa proposición sintética, que manda apodicticamente, debe poderse conocer enteramente a priori. Mas este asunto no pertenece al capítulo presente. Pero, por medio de un simple análisis de los conceptos de la moralidad, sí puede muy bien mostrarse que el citado principio de la autonomía es el único principio de la moral. Pues de esa manera se halla que su principio debe ser un imperativo categórico, el cual, empero, no manda ni más ni menos que esa autonomía justamente, FUNDAMENTACIÓN.