consigue mantenerse unida y no se desmembra, ó se la reparten las potencias europeas que colonizan en el Continente asiático.
Lo mismo le pasa al Japón. Tiene al Norte la Rusia, que lo codicia y espía; al Sur la Inglaterra, que se le entra hasta en el idioma oficial. Encuéntrase además bajo una diplomática presión europea tal, que no podrá pensar en el exterior hasta librarse de ella, y no lo consentirá fácilmente. Verdad es que tiene exceso de población, pero la Corea le atrae más que Filipinas, y es además más fácil de tomar.
Acaso la gran República Americana, cuyos intereses se encuentran en el Pacifico y que no tiene participación en los despojos del África, piense un día en posesiones ultramarinas. No es imposible, pues el ejemplo es contagioso, la codicia y la ambición son vicios de los fuertes, y Harrison se manifestó algo en este sentido cuando la cuestión de Samoa; pero ni el Canal de Panamá está abierto, ni los territorios de los Estados tienen plétora de habitantes, y caso de que lo intentara abiertamente, no le dejarían paso libre las potencias europeas, que saben muy bien que el apetito se excitó con los primeros bocados. La América del Norte sería una rival demasiado molesta, si una vez practica el oficio. Es además contra sus tradiciones.
Muy probablemente las Filipinas defenderán con un ardor indecible la libertad com-