general Vivanco lo propuso para ministro de Hacienda, cargo que él no aceptó.
Se deben á Rivero diversas publicaciones concernientes á la agricultura y á la ganadería, así como el descubrimiento de varias minas de carbón, cuya existencia se ignoraba por completo en el Perú.
En 1851 acepió Rivero el consulado general de la república peruana en Bélgica, donde se ocupó en la publicación de su importante libro Antigüedades peruanas, contando con la cooperación del sabio Tchudi, naturalista y filólogo de Viena.
En estos años, que fueron los últimos de su laboriosa vida, hizo algún viaje al Perú, coleccionó sus trabajos científicos de largos años y consagró su tiempo á la educación de cuatro hijos.
Murió Rivero en París á fines de 1857.
Era miembro activo ó correspondiente de un gran número de corporaciones y sociedades científicas, entre ellas la Sociedad filomática y la Sociedad de ciencias naturales de París; de la de anticuarios de Dinamarca; las de geología de París, Londres y Estados Unidos; las de agricultura de Chile, Bélgica y Francia. Poseía varias condecoraciones, pero tuvo el buen gusto de no usarlas.
Don Mariano Eduardo de Rivero fué uno de los americanos más ilustres de su siglo; pocos de entre sus contemporáneos tienen tantos ni mejores títulos al respeto de la posteridad; es, en fin, una verdadera gloria del Perú.