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II

¡Quién sabe para cuantos desgraciados
Tiene sombras el día!
¡Oh sol de siempre, que alumbrando surges
El mismo cuadro, sin variante alguna!
¡Oh, sol! Tú que impasible
Penetras al tugurio miserable,
Donde quedó dormido para siempre
Quien tuvo á la miseria por amigo,
Aquél que en noche aciaga,
Cuando el viento rugía despiadado,
En la pobre buhardilla
¡Le sobró el hambre y le faltó el abrigo!
Si has de salir á iluminar miserias,
¿Por qué no ocultas tus dorados rayos
Para siempre en la noche de la nada?
¡Deja que reinen por do quier las sombras,
Sobre la tierra helada!