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ARTAGAVEITIA, RAMON de

Conocido jefe de uno de los batallones oribistas durante el sitio de Montevideo de 1843-51, no fué su carrera la carrera de las armas sino el comercio, no obstante haber servido en su juventud a la causa del rey en la lucha con los patriotas, a fuer de español como era.

Natural de España, nacido en Santurce en 1796, llegó al Río de la Plata en edad muy temprana. Creada la República por la Convención de 1828, Artagaveitia se connaturalizo con el nuevo orden de cosas, afecto a la causa provincial antes que a las dominaciones extrañas, desde la época en que estos países se habían perdido para España.

Formó como teniente de la compañía de Granaderos del batallón de milicia activa de infantería desde que se organizaron las guardias nacionales, ascendió a capitán el 19 de julio de 1833 y combatió la revolución lavallejista de 1834. Adicto al general Oribe, cuyo partido siguió por toda la vida, fué electo representante por Colonia en 1835.

En noviembre del mismo año pidió su separación del batallón de guardia nacional en que servía “por ser ciudadano legal y reprochárselo los papeles públicos”. Pero la superioridad no hizo lugar al pedido teniendo en cuenta sus servicios “que lo honran y distinguen”.

Por ese tiempo era dueño de una importante organización lanchonera a la cual las complicaciones de la guerra contra Rosas en la 2da. presidencia de Rivera perturbaron considerablemente.

Depuesto Oribe por la revolución riverista, Artagaveitia permaneció en Montevideo pronto a coadyuvar a la revancha, verdadero quintacolumnista de la época. Persona adinerada y de prestigio en ciertas esferas de pueblo, con él se contaba y a él se pedía consejo por el coronel Antonio Díaz, ex-ministro de Oribe, cuando planeaba en Buenos Aires — con apoyo de Rosas desde luego — un ataque sorpresivo a la capital por vía marítima en 1841.

Después que el general Oribe, en febrero de 1843, estableció el sitio de Montevideo como jefe del ejército unido de vanguardia de la Confederación Argentina, Artagaveitia trasladó todas sus actividades al puerto del Buceo, habilitado como puerto oficial del titulado gobierno legal. El jefe sitiador le confió la tarea de organizar un cuerpo de voluntarios vascongados. Vasco el mismo y en permanente contacto con paisanos suyos embarcadizos, peones de salazón o grasería y con un viejo rescoldo militar, Artagaveitia — carlista además — estaba en condiciones de satisfacer los deseos de su general.

La guerra civil de España que venía de concluir por esa época con la derrota de los absolutistas, aportó a la obra numerosos y excelentes elementos. Los emigrados y fugitivos carlistas — blancos en España — que venían enardecidos de la pelea contra los liberales, pasaban a en-

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