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posó la mejor sociedad montevideana, y su aporte a la iconografía nacional es valiosísimo, máxime cuando sus excelentes miniaturas se trabajaron en tiempo en que los pintores no abundaban y los procedimientos heliográficos eran desconocidos o recién empezaba a saberse de ellos.

Juan Secundino Odogerti falleció en Montevideo en 1859, sin que en su época, ni muchos años después, alcanzara la consagración artística que merecía.

Recién en 1916, el libro “Pintores y Escultores Uruguayos”, de J. M. Fernández Saldaña, puso en conocimiento del gran público noticias válidas suficientes sobre su vida y sus trabajos.


OLAVE, EDUARDO Trifón

Militar, que tuvo señalado destaque en los sucesos del 19 de febrero de 1868, distinguido ya antes por su comportamiento en la campaña del Paraguay, donde fué uno de los oficiales predilectos del bravo coronel León de Palleja, a cuyas órdenes sirvió en el batallón “Florida”. Bastaría, en prueba de ello, decir que el capitán Olave fué la persona a quien Palleja encargó (dado el caso — y sucedió así — de que muriera en la guerra) para desafiar, en su nombre y representación, a cierta persona por quien el coronel se consideraba ofendido en un artículo de diario.

Hijo de padre viscaíno, Olave vió la primera luz en Montevideo el 3 de julio de 1835, Su actuación de soldado principió en la “Cruzada Libertadora” de 1863 - 65, pero su carrera en el ejército de línea comienza en abril de 1865, como capitán. Era entonces un joven de preparación no común, con estudios en la Universidad. Herido en una pierna en la batalla de Estero Bellaco, la herida, que parecía sin importancia, se hizo muy grave, pero pudo sanar sin detrimento orgánico.

Sargento mayor desde el 1° de agosto de 1868, era 2° jefe del batallón “Constitucional”, cuando el 19 de febrero de 1868 un grupo de revolucionarios blancos que obedecían al plan del ex - presidente Bernardo Berro, asaltaron el cuartel de Dragones donde tenía su asiento aquella unidad. Virtualmente tomado el punto, el comandante Olave logró organizar la resistencia, después de atravesar con su propia espada al jefe enemigo coronel Senén Freire y mediante el concurso de un reducido número de oficiales y soldados poner en fuga a los audaces atacantes. Fué este el primer triunfo del gobierno en aquellas terribles horas y puede decirse que acarreó, también, el fracaso del movimiento,

La bravura decisiva de Olave ante un grupo de hombres de probada fibra, encabezados por un jefe muy bien elegido, tuvo repercusión en los círculos militares del Río de la Plata. El general Urquiza, desde su residencia en San José, hizo felicitar “por su brillante comportamiento al joven Oficial a quien tanto estimaba y de tantas esperanzas para su país”.

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