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empresa constituida en el año 1840. La Guerra Grande y el asedio sorprendieron a la sociedad empresaria del Gran Teatro, que luego se bautizaría Solís, a los tres años de constituída, cuando recién principiaban a abrirse los cimientos y habían llegado de Europa importantes cargas de madera y materiales que se destinaban a da obra.

La permanencia de Martínez dentro de la capital sitiada resultó de la más excepcional importancia para el futuro de uno de los monumentos arquitectónicos de que se ha enorgullecido con razón Montevideo.

Dispersada la primera Comisión Directiva por el vendabal político, Juan Miguel Martínez, en su calidad de vicepresidente de ella, se constituyó en guardián y defensor de los intereses de la empresa, a la cual salvó de una completa ruina. Gracias a su energía y a su influencia pudo lograr que, pese a todos los empeños y tentativas en ese sentido y mismo en los más apurados trances, el gobierno de la Defensa no pusiera mano en los materiales destinados al teatro, que las trincheras, las fortificaciones y las contingencias militares necesitaron utilizar tantas veces.

Reconocida a estos invalorables servicios, la asamblea de accionistas del Teatro Solís reunida el 28 de setiembre de 1888, acordó darle un voto de gracias y colocar el busto del esforzado vicepresidente de los días del Sitio Grande, resolución que tuvo cumplimiento el año 1870, descubriéndose en el foyer del coliseo su imagen en mármol trabajada por Juan M. Ferrari (padre).

Debió la capital, asimismo, a la iniciativa de Martínez, la construcción por el arquitecto Rabú de la gran casa de cuatro pisos en la esquina Misiones y Cerrito, donde tuvo sede uno de los amplios, lujosos y confortables hoteles de su época. Diputado a la 10ª legislatura en 1869, no llegó a terminar su período y tampoco figura nuevamente en política, ceñido tan sólo al manejo de una fortuna que algún día llegó a considerarse como una de las más sólidas del país. Falleció en Montevideo el 27 de abril de 1889.


MARTÍNEZ, SERVANDO F.

Militar y periodista cuya calidad de soldado y de ciudadano parecían depararle un gran porvenir. Nacido en Montevideo en 1838, fué muerto, todavía joven, en un lance de honor que hizo época.

Antes de ingresar en el ejército de línea, Servando Martínez tuvo estudios universitarios, figurando entre los matriculados de 1863 en el primer curso de filosofía. Decidido por la carrera militar y dispuesto a ser soldado de la nación, sentó plaza en el batallón del comandante Echenique, durante el gobierno de Berro. Sus opiniones y la rigidez de sus principios ante las demasías jerárquicas de su jefe —

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