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destino ilícito, dividiéndose su importe entre el dictador Latorre y unos cuantos íntimos. Una comisión especial que debía investigar el caso concreto, formada por Antonio Montero, Federico Capurro y Federico Paullier, comprobó, sin embargo, el ingreso del discutido premio en las cajas de la Lotería. Constató también la versión de fondos de este instituto en la Tesorería de la Nación hasta la suma de cuarenta y ocho mil pesos, sin cumplirse los trámites ordinarios de ley, así como un corto saque en efectivo respaldado por un vale de un pariente cercano del ex-dictador.

Entre el volumen de las denuncias, con su correspondiente escándalo y las conclusiones de la investigación, había sin duda una gran diferencia, que si no permite dudar de la buena fe de los denunciantes, deja pensar que éstos procedieron partiendo de datos erróneos o bajo la exacerbación de las pasiones de la hora, Barreto, en la parte de responsabilidad que podía caberle en la transgresión de las prácticas oficinescas, excepcionóse diciendo que había procedido siempre de orden directa de Latorre.

Mientras sucedía todo esto, Barreto, hombre de la situación creada a la caída de la dictadura, pasó por decreto de 13 de mayo de 1880 a ocupar el empleo de Capitán del Puerto de Montevideo en reemplazo del coronel Ernesto E. Courtin, uno de los esbirros del régimen anterior.

El 26 de marzo de 1881 fué transferido a la Jefatura Política y de Policía de Montevideo, donde al año: siguiente se vería mezclado en la incidencia que configuró el famoso asunto de los italianos Rafael Volpi y Vicente Patrone. Acusados por Eduardo Carbajal, delincuente confeso, de participación o complicidad en el robo de una casa de cambio cuyo dependiente resultó muerto, ambos sujetos, que tenían antecedentes policiales, fueron sometidos a tormento por funcionarios de la jefatura, empeñados en obtener revelaciones sobre el crimen, Los odiosos procedimientos dieron origen a un grave conflicto internacional. Magnificados por los círculos y la prensa de oposición, que exaltaba a la habitualmente pacífica colonia italiana, y ésta a su vez salida de cauce por la presencia, casual en nuestro puerto, de un insignificante cañonero de su nacionalidad conducido por el comandante Carlos Amézaga — marino procaz y exento de tino — el asunto de Volpi y Patrone desembocó en una agria reclamación diplomática. Barreto, a quien se le imputaba intervención en las brutales demasías de sus subalternos, fué suspendido de la Jefatura mientras la justicia no se pronunciara, y habiendo resultado del sumario que el Jefe Político estaba ausente de la capital precisamente en la fecha de los sucesos, fué absuelto de todo cargo por sentencia de 4 de noviembre de 1882. Inmediatamente hizo renuncia indeclinable de la Jefatura, pero por decreto que suscriben Santos y Carlos de Castro como Ministro de Gobierno, el 6 de

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