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Giró hizo saber al país por un manifiesto, que no se había despojado de su autoridad legal y continuaba en funciones de gobierno, no obstante hallarse refugiado en la legación francesa. En tal orden de ideas pretendía dirigirse a los ministros extranjeros y autorizar que de los barcos de guerra, extranjeros también, anclados en la bahía, desembarcara marinería para conservar el orden.

El Triunvirato frustró esos propósitos sencillamente quiméricos y entonces el ex-presidente se trasladó a un barco de guerra francés, que lo condujo a Buenos Aires.

La reacción armada del Partido Blanco que buscaba restituirlo en el poder, no tuvo autorización suficiente por parte de Giró, cuya actitud en todo momento encaminóse a evitar la guerra civil. Tampoco lograron éxito en su empresa los caudíllos blancos que a pesar de todo se levantaron en armas y pronto fueron obligados a dejar el país.

Restituyóse poco más tarde el depuesto magistrado a Montevideo, y entre el respeto de todos, nadie lo incomodó. Al ser creado por el presidente Pereira, el 10 de marzo de 1856, un Consejo consultivo de gobierno, para los casos en que se considerase oportuno oir su dictamen, Giró tenía el tercer sitio entre los catorce distinguidos ciudadanos que lo formaban. Este aerópago, cuyos cargos eran puramente honoríficos, no llegó a constituirse nunca.

No se le halla, tampoco, como actuante en política, sino cuando fué electo senador por el sexenio 1860-66, votado en el departamento de Cerro Largo.

Presidente del alto cuerpo en un período, no pudo terminar su mandato por haber fallecido el 14 de mayo de 1863.


GIRIBALDI, Vicente TOMÁS

Músico y compositor uruguayo. Nacido en Montevideo el 18 de octubre de 1847, mostró desde joven marcada inclinación por la música, habiendo sido director de los conciertos de un “Club Literario-Artístico Uruguayo”, fundado en 1876, En 1878 se anunció su primera obra teatral y el 14 de setiembre subía a escena una ópera en 4 actos, “Parisina”, de cuyo papel encargóse la señora Singer, interpretando el tenor Bulterini el papel de Ugo.

La circunstancia de tratarse del primer compositor nacional y las justas esperanzas que en él se cifraban, sin quitar, por lo demás, el mérito a la ópera, que representaba un hermoso esfuerzo y contenía algunos bellos trozos, aseguraron el éxito del estreno.

Pocos días después el joven músico recibía una carta del dictador Latorre, “ofreciéndole en nombre de la Nación la cantidad de cien pesos mensuales para continuar sus estudios musicales en Europa”, con un apretón de manos y el deseo “de que Dios guiara sus pasos en la carrera de gloria que le esperaba”. En

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