2° Vice-Rector del Colegio Nacional, famoso en su época. De allí mantuvo nutrida correspondencia con los pro-hombres blancos de nuestro país a la par que con los jefes políticos de los departamentos del litoral, en funciones de organizador y jefe de un verdadero servicio de espionaje ejercido sobre los emigrados uruguayos. Hacía valer para estos manejos su vinculación con Urquiza, la autoridad suprema de la provincia y cuando el Partido Blanco llegó al poder con la presidencia de Berro, Ereño vino a ser una especie de agente confidencial — diplomático sin credenciales — del gobierno de Montevideo. A través de sus numerosas cartas pueden seguirse los manejos y las gestiones de Ereño, cuya máxima importancia y actividad coincide con los días próximos al estallido de la revolución colorada del general Flores, preparada en la Argentina en 1863. Su correspondencia, por lo demás, pone de manifiesto el absolutismo de sus ideas y las desconfianzas y reservas que abrigaba Ereño respecto a sus propios correligionarios, a algunos de los cuales acusa de estar vendidos al Brasil.
El 21 de marzo de 1863 se le había nombrado cura párroco del Salto, pero realizada la invasión de Flores el 19 de abril siguiente, desistió de ir a ocupar su curato para desarrollar franca beligerancia en el extranjero, en tarea de reclutar voluntarios entrerrianos para sumarlos al ejército del gobierno de Montevideo, influyendo sobre el capitán general para que enviase las fuerzas armadas que luego atravesaron el río Uruguay en tren de auxiliares, comandadas por Waldino Urquiza, hijo del gobernador, y por el indio Cristo, cacique semi-civilizado que había servido a órdenes de Rosas.
Todos los agentes, oficiales o no, que llegaban a Concepción del Uruguay en misión política a fin de entrevistarse con Urquiza, se hospedaban en casa del ex-párroco de la Unión y era él quien se encargaba de presentarlos al capitán general en el Palacio de San José.
Consternado por los triunfos de Flores en la medida que éstos se iban produciendo, cuando el caudillo revolucionario vino 'a poner sitio a Paysandú, las preocupaciones de Ereño subieron de punto y pasó por la prueba de asistir — río por medio — a la agonía de los bravos correligionarios que defendían la plaza y a la toma por asalto de la ciudad, sin que sus públicas rogativas en la iglesia de Concepción, por el triunfo de los sitiados, fuesen escuchadas en lo alto.
Unos meses después de la caída de Paysandú recibió en custodia los restos mortales del general Leandro Gómez, jefe de la defensa, y los retuvo en su domicilio hasta que obligado a ausentarse para Buenos Aires, transfirió la preciosa guarda al pariente y amigo suyo Pedro Aramburú, vecino asimismo de Concepción del Uruguay.