ceso. Pero del silencio puede inferirse también que su carrera de armas no tuvo relieve.
Falleció en una quinta de Peñarol, donde residía de tiempo atrás, el 16 de mayo de 1876, habiéndosele tributado los honores militar correspondientes a la jerarquía de teniente 2° con que revistaba en los cuadros del ejército.
La muerte vino a encontrar al viejo soldado en tanta miseria, que la Superioridad militar expresa “que la familia no dispone de los medios para comprar el cajón en que se le ha de dar sepultura”.
Era el penúltimo de los cruzados del año 25. Sobrevivía entonces solamente Tiburcio Gómez.
COMAS Y MIGUEL, CARLOS
Dibujante y maestro de dibujo, justamente llamado veterano, pues se retiró de las actividades docentes al cabo de medio siglo de labor. Oriundo de la Villa de Minas donde había visto la luz el 4 de noviembre de 1857, pasó luego a estudiar a Buenos Aires en 1874.
Con nota de sobresaliente en dibujo en el Colegio Nacional, regenteaba a los dos años las clases gratuitas de la Sociedad Unión Artística ingresando en 1877 al cuerpo enseñante del Colegio Inglés. Vuelto a su pueblo, fué en 1878 maestro de dibujo de las escuelas públicas, donde concluían de implantarse los sistemas de enseñanza reformada por José Pedro Varela, y vino después a desempeñar un cargo de profesor de dibujo aplicado a la industria en la Escuela Nacional de Artes y Oficios de Montevideo, en febrero del año siguiente.
Deseoso de aumentar sus conocimientos y ante las oscuras perspectivas que ofrecía el país en aquella época, en 1880 pasó a Barcelona, de donde era nativo su padre. Obtuvo allá algunos pequeños triunfos como paisajista, pero abandonó los caminos de arte superior para concretarse a tareas docentes, con el entusiasmo y la dedicación realmente apostolar que debían animarle hasta el fin de su vida.
Profesor en distintos centros instructivos barceloneses, dió preferente atención a enseñar en las modestas escuelas, sostenidas por Círculos, Ateneos y Corporaciones obreras, gran amigo, siempre, de la gente trabajadora y humilde.
En esa tarea sin interés perseveró muchos años, y en 1905 fué condecorado con la Cruz de Alfonso XII “por méritos en la enseñanza”.
Poco más tarde dejó Barcelona en misión de organizar las escuelas industriales de la recién proclamada República de Panamá, pero el clima y las fiebres reinantes lo pusieron en la obligación de abandonar rápidamente aquellas tierras del trópico y entonces — 1908 -— supuso que era tiempo de volver a su país poniendo fín a una ausencia de veintiocho años, En Montevideo tuvo sucesivos destinos como maestro de la