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sus siniestros proyectos alcanzaran a tener éxito en la capital, De ahí la resolución de eliminarlo aunque fuera por medio de un crimen.

Un día, el 2 de diciembre del 74, que era el señalado para el golpe, la noticia de la muerte del comandante Castillo corrió de noche por las calles y los teatros, descontándose la certeza de lo que debía haberse realizado a cien leguas de distancia...

Si el rumor no tuvo confirmación, porque circunstancias de momento debieron obstar el crimen, ese mismo rumor es la prueba acabada de que el asesinato estaba dispuesto y se esperaba.

Por fin se dió el golpe el 11 de diciembre a las 9 y 30 de la noche.

El teniente coronel Castillo, abandonando su cuartel sin ninguna arma — ni siquiera espada — se encaminó hacia su casa particular, distante una cuadra, A una señal, dada a lo que parece por una mujer, tres o cuatro sicarios elegidos y previamente apostados, saliéronle al encuentro. Castillo se defendió a brazo partido, pero recibió nueve heridas de arma blanca, entre las cuales dos terribles por la espalda — de daga — y dos igualmente mortales en el costado izquierdo. Sólo pudo andar unos cuantos pasos y llegar a la puerta de su domicilio, para expirar entre los brazos de su joven esposa, doña Laura Viera, que en ese momento salía a la calle atraída por los gritos.

Aprehendidos como sospechosos dos o tres clases o soldados del batallón, se tuvieron por no ajenos al suceso a elementos de más entidad del propio cuerpo, aunque las pesquisas quedaron pronto interrumpidas, Algunos presos fueron conducidos a la capital, pero consumado el 15 de enero el golpe final, apenas corrido un mes del asesinato, era excusado hablar de justicia ni solícitársela a los autores del crimen.

Los restos del comandante Castillo, trasladados más tarde a Montevideo, recibieron sepultura en la Iglesia del Reducto, donde todavía reposan, señalados con una sencilla lápida de mármol blanco.


CASTRO, CARLOS Benito Tomás de

Ministro de Estado, diplomático y hombre político. De este ciudadano, que vió la primera luz en Montevideo el 21 de marzo de 1835, puede decirse que ninguno' de los altos destinos de la República — si se exceptúa la primera magistratura — le fué negado.

De origen español por su padre, Agustín de Castro, semi-arruinada la familia que había gozado de posición, fué enviado a educarse a Italia en 1842, en compañía de otros hermanos, por el segundo esposo de la madre, Cayetano Gavazzo.

Permaneció dieciséis años en Génova donde hizo estudios preparatorios y los superiores, para ser laureado en ambos derechos y obtener el título de doctor en jurisprudencia el 21 de junio de 1859. Vuelto al

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