Hizo estudios universitarios en Montevideo, recibiéndose de médico en 1833. Su aventajada preparación le aseguraba el porvenir de la carrera y pronto obtuvo un puesto de cirujano del ejército, con grado de teniente coronel, el Y de febrero de 1885.
Director de Salubridad de la Junta E. Administrativa, su nombre principió a conocerse a mérito de la acción enérgica, inteligente y eficaz desarrollada durante la epidemia colérica de 1886-87, en lucha con la ignorancia y las preocupaciones vulgares, gestiones de las que da cuenta un folleto suyo impreso en la época.
En el mismo cargo acompañó al presidente de la corporación edilicia doctor Alberto Nin, en lo relativo a la puesta en vigencia de las disposiciones legales sobre higiene y vigilancia recién sancionadas para su aplicación a los conventos y casas religiosas,
Jefe político de Montevideo, nombrado el 4 de julio de 1884, en sustitución de Apolinario Gayoso, permaneció en el cargo hasta el 20 de setiembre de 1886 y en ese período le tocó dar cumplimiento al decreto de julio de 1886 que disponía el arresto de los periodistas opositores, El 17 de agosto del mismo año, con motivo del atentado de Ortiz contra la vida del presidente Santos, compartió con el ministro de la Guerra general Máximo Tajes, las responsabilidades de una hora llena de peligros e incertidumbres.
Modificada de modo fundamental la marcha política del país después de la conciliación de noviembre y alejado de la República el general Santos, el doctor Brian pasó a dirigir “La Nación”, diario oficialista propiedad de su padre político el senador Clodomiro Arteaga, cargo que ocupó cierto tiempo.
Electo Presidente de la República el doctor Julio Herrera y Obes en marzo de 1890, el nombramiento de Brian para ocupar la secretaría de la presidencia causó general desagrado, sin que nadie alcanzara a explicarse el porqué de aquella designación. Brian, efectivamente, merced a una coalición de los odios del antisantismo y de los odios de los elementos clericales por su rol en los días en que se puso en vigencia la ley de conventos, figuraba en 1890 en la “lista negra” no sólo de la oposición sino de distintos sectores de la opinión pública.
El presidente Herrera, convencido del origen de la mayor parte de los cargos y de la apasionada injusticia de sus enemigos, afrontó las críticas de la opinión, llamando a su lado un hombre que parecía hecho para los juegos complejos y subalternos de la política, manteniéndolo cuatro años en la secretaria,
Elegido Brian para representar el departamento de Minas en la legislatura 1892-97, recién había abandonado su cargo junto a Herrera y Obes cuando el nuevo presidente Idiarte Borda le volvió a confiar aquel puesto de confianza.
Una notoria y torpe intervención