Así parece deducirse, al menos, de los papeles originales constantes en el archivo Fernández Saldaña.
Pero los sucesos probaron todo lo contrario, pues Ximénez, cuando los amigos de la víspera se alzaron en armas — la reacción ciudadana denominada Revolución Tricolor — a fines del 75, estuvo al lado del Superior Gobierno, como la enorme mayoría de los militares, a los cuales resultaba difícil discriminar entre altos deberes de ciudadano y obediencia al que mandaba, fuera quien fuese. En esta situación, tuvo el cargo de Comandante Militar de Maldonado desde diciembre de 1875 a febrero de 1876, y el de Jefe Político del mismo departamento desde esta fecha hasta noviembre del mismo año.
Hombre sencillo, buen paisano, partidista como el carbonero en cuestiones de fe, creía ser útil a su divisa y se ponía al frente de sus soldados, a quienes trataba como de la familia, tuteándolos a todos, milicos, oficiales y jefes.
Afirmado el coronel Latorre en la dictadura, en 1876, no se acordó de él, y recién en el gobierno de Vidal, en agosto de 1881, fué nombrado Jefe Político de Maldonado donde se mantuvo hasta enero de 1886, y entonces, cuando se presentía un formidable estallido revolucionario, otra reacción ciudadana semejante a la de la primavera del Año Terrible, el gobierno de Santos le confirió las palmas de general de brigada el 8 de febrero de 1886. El presidente Tajes, en los últimos días de mando, lo ascendió al inmediato grado de general de división el 26 de febrero de 1890.
Acompañó a Juan Lindolfo Cuestas que gobernaba como presidente del Senado, en la lucha política de 1897-98 culminaba en el golpe de Estado del 10 de febrero de 1898, y Cuestas, convertido en dictador, le reservó el puesto número once entre los cincuenta y ocho colorados que elegía para formar parte del llamado Consejo de Estado.
Miembro del Tribunal Militar de Apelaciones desde el mes de setiembre de 1900, que llegó a presidir no obstante su limitada capacitación para un puesto semejante, falleció ocupando este cargo, el 8 de julio de 1901.
