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aquel objeto, de acuerdo con las bases que se le incluían. Proponíase Herrera salvar el principio de autoridad representado en Villalba, pero Flores no consintió en otra solución que no fuese la de entregarle el gobierno.

Después de una serie de conferencias y tramitaciones el Presidente en ejercicio accedió al fin, responsabilizándose de ello “para ante la ley y para ante la opinión, para ante los contemporáneos y para ante la historia”.

El 20 de febrero se firmó en la viIla de la Unión el Tratado de Paz que ponía fin a la guerra civil en que había ardido la República 22 meses.

Por decreto del Gobierno Provisorio, Villalba entró inmediatamente a ejercer funciones de Contador General del Estado y Comisario General de Bancos el 1º de marzo de 1865.

En el desempeño de ese cargo demostró las mismas altas cualidades de funcionario que lo recomendaban de tiempo atrás.

Por casi veinte años, con máxima corrección y dignidad, atravesó épocas difíciles de nuestra vida política, autor de cantidad de informes y dictámenes de alto valor, toda vez que su opinión le fué requerida, lo que equivale a decir que intervino en todos los más graves asuntos hacendísticos de la administración pública.

El 12 de julio de 1886 vino a fallecer, casi repentinamente, en la casa de la calle Ituzaingó, entre Reconquista y Yerbal, que se le había regalado por suscripción pública a raíz de la pacificación del 65, en la misma modestia digna en que había vivido siempre.

Con idéntico motivo, en aquellos lejanos días, el comercio montevideano habíale ofrecido un precioso álbum de firmas y una medalla de oro trabajada por el escultor Magistreti.


VILLAR, JOSÉ

Militar, que llegó a general de brigada y tuvo actuación saliente en la guerra y en la política.

Era nacido en la ciudad de San Carlos, Maldonado, el 1º de julio de 1848. Después de haber sido trabajador manual en sus días de mozo, principió la carrera de armas cuando, en 1867, enrolóse en calidad de simple soldado de la división del coronel Sandalio Ximénez. Ascendido a alférez, desempeñó funciones de tal en el escuadrón “Sosa”, por término que pasó del año, volviendo después a figurar como teniente 2º en la división de Ximénez, donde continuó sus servicios en toda la guerra civil de 1870-72.

Como teniente 2º de caballería, al mando inmediato de Andrés Klinger, estuvo con el ejército que mandaba el coronel Eduardo Vázquez en la sorpresa de Máximo Pérez en Duraznito, el 4 de diciembre de 1874, fué recomendado en el parte “por haberse distinguido en la pelea tenida brazo a brazo con el coronel rebelde”.

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