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Constante fué también su cuidado para evitar que se llevaran a bautizar en el Brasil los negritos, que nacidos libres en la República, se convertían en esclavos por una maniobra subrepticia e infame.

Apenas duró un año su mando jefaturial en Cerro Largo, pero nadie había logrado hacer tanto y tan buena obra en tan corto plazo.

Vacante la Contaduría General de la Nación, de la Jefatura pasó al desempeño de ese importante cargo, por decreto de Flores de 24 de febrero de 1855.

En su nuevo destino también hizo sentir su influencia de inmediato, con un decreto que reorganizaba radicalmente las oficinas de cuentas, recaudación y pagos del Estado.

En la presidencia de Pereira tuvo un sitio en el Consejo Consultivo instituido el 10 de marzo del 58 — que no llegó a funcionar — y desempeñó funciones de Inspector del Gobierno en los Bancos Comercial y de Mauá, las primeras instituciones de crédito establecidas en el país.

Aparte de estos destinos realizó obra meritoria, aunque no ostensible, como consejero de hacienda y de finanzas, oído por Pereira cada vez que se planteaba algún asunto importante.

Nombrado por el presidente Berro pasó a ocupar la cartera de Hacienda en su primer ministerio, por decreto de 8 de marzo de 1860. Es imposible numerar en pocas líneas todo el cúmulo de labor que informa la cantidad de leyes y resoluciones en que Villalba refrenda la firma de Berro, constante en los repertorios oficiales, mientras retuvo su cartera. Si el Ministerio del 8 de marzo pudo ser llamado alguna vez “el gran ministerio”, Villalba contribuyó ampliamente a que mereciera ese nombre. Despedido del gabinete por Berro junto con el Dr. E. Acevedo y el general Diego Lamas el 3 de junio de 1881, en circunstancias nunca bien esclarecidas, Villalba fué electo senador por Canelones en 1863, pero su elección declaróse nula. Nuevamente votado ingresó al alto cuerpo y el senado lo eligió su Presidente el 16 de febrero de 1865; y el mismo día, hallándose el Gobierno en su sala de audiencia, y reunidas en ella las corporaciones civiles y militares, Atanasio C. Aguirre le transfirió la posesión del Poder Ejecutivo de la República que venía desempeñando desde un año atrás.

A estas horas, los revolucionarios colorados-floristas y sus aliados brasileños golpeaban ya a las puertas. de la capital. Convencido Villalba de que toda resistencia era inútil, dos días más tarde “decidido a evitar por todo medio que estuviera en su poder y fuera decoroso y digno, la efusión de sangre oriental y las ruinas y desgracias que amenazaban a Montevideo”, comisionó al senador Manuel Herrera y Obes en carácter de agente confidencial, para que negociara con el general revolucionario Venancio Flores las condiciones de un arreglo pacífico que llenase

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