rra, prestó servicios en el batallón Urbano de la Jefatura de Minas hasta abril de 1874.
Ningún rasgo singularizó su vida de oficial en todo este tiempo. Capitán desde diciembre de 1871, figuraba en la Plana Mayor Pasiva cuando, en mayo de 1875, su hermano Máximo lo solicitó para que prestara servicios en el 5º de Cazadores, cuerpo recién creado y puesto bajo su mando. Con el 5º salió a pelear contra la Reacción Nacional a fines de ese fatal año 75. Desde entonces, en la medida que la fortuna política de su hermano menor inmediato fué creciendo, así creció la fortuna militar suya. Sargento mayor graduado en enero de 1877 y 2º jefe del batallón 3º de Cazadores, recibió la efectividad en enero del 79, y el 12 de abril del año siguiente la jefatura del batallón 2º de Cazadores, que debía prolongarse hasta que fué disuelto, con motivo del conflicto de Paso Hondo, con el Brasil.
Motivó esta incidencia con el entonces Imperio vecino, la desaparición de cinco súbditos brasileños que — según viejas prácticas — servían, más o menos a la fuerza, en el batallón 2º. Acampaba el batallón en Paso Hondo, campaña del departamento de Tacuarembó, y según las denuncias, los brasileños, sometidos a bárbaros castigos habían perecido, ocultándose los cadáveres para que faltase el cuerpo del delito.
Concluído un primer sumario, que no podía en modo alguno merecer mucha fe, y del que no se sacó nada en limpio contra los jefes y oficiales del batallón qué se decían comprometidos, el gobierno de Santos, siendo Ministro de Relaciones Exteriores el Dr. Manuel Herrera y Obes, consintió, a pedido del Imperio, en reabrir el sumario para que se oyeran los nuevos testigos de cargo que prometía el Ministro Leonel Martiniano de Alençar. Después de muchísimas demoras, pues los testigos no llegaban nunca, alcanzaron a deponer dos de ellos, pero sus declaraciones no fueron ni concluyentes, ni del todo precisas. Nuestro gobierno, fundando sus razones en “la verdad legal” — pues no había otra — pretendió cerrar el procedimiento reponiendo en el batallón a Joaquín Santos y demás subalternos implicados; pero el Brasil de ningún modo prestaba su asentimiento a ese acuerdo, y antes bien, exigía que fueran destituídos y eliminados del ejército nacional y desterrados luego, el coronel Santos, el capitán Esteban Cristi y los tenientes Alemán y Lagos. Firmes ambas partes en sus puntos de vista, poco faltó para que se produjera una ruptura de relaciones diplomáticas entre las dos naciones.
La cancillería uruguaya, pensando con acierto que una medida radical, emanada “motu-propio” del gobierno uruguayo, podría facilitar el arreglo del conflicto, decretó la disolución del Batallón 2º de Cazadores el 18 de setiembre de 1883, El coronel Joaquín Santos se presentó el mismo día a la superioridad obedeciendo sus órdenes y soli-