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tros en el combate de Santa María, el 22 de enero del año 20, Andrés Latorre perdió la batalla de Tacuarembó, revés que configuró un verdadero desastre.

Recuperar la patria en el litoral ganando la guerra a Buenos Aires, era la única concepción genial que podía imaginarse, y Artigas iba a tentarla empleando en ella su último empuje y su postrer esfuerzo.

Con un corto número de hombres a caballo — tal vez no sumarian 300 — vadeó el Uruguay por última vez, a solicitar el auxilio de los caudillos federales de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, que se habían formado a su lado, y a los cuales él había enseñado a vencer. Pero sus antiguos tenientes habían crecido sobremanera y entonces tenían ya no sólo intereses propios, sino alarmantes ambiciones de mando, y no podían acudir con ánimo entero al llamado del antiguo Protector. Las intrigas, las promesas y el dinero de Buenos Aires, trabajaban por un lado y obtenían resultados maravillosos. De este modo Artigas sólo encontraría indiferentes o enemigos declarados como Francisco Ramírez, el Gobernador de Entre Ríos, que lo desacató en forma abierta e insolente.

Artigas, que no era hombre capaz de aguantar actitudes semejantes sin primero jugarse íntegro, llevó sus armas contra el Gobernador y lo batió completamente en Las Guachas el 13 de junio de 1820, pero Ramírez, cuya inconducta le había ganado el apodo de “El Traidor” — que debía acompañarlo para siempre en la historia — logró rehacerse gracias a las tropas y las armas que el gobierno de Sarratea le proporcionó desde Buenos Aires y Artigas fué derrotado sucesivamente en Bajada del Paraná, las Tunas y, Abalos, en el término del invierno,

Toda esperanza estaba perdida; “el plan genial” no pudo ser realidad, y de este lado del río, el coronel Fructuoso Rivera se había visto en la precisión de rendirse — último jefe de la resistencia nacional— al extranjero odiado.

Entonces Artigas, atravesando la Provincia de Corrientes hizo rumbo al Paraguay, donde gobernaba el Dr. Rodríguez Francia. Embarcándose en el puerto de Candelaria, antigua capital de las Misiones, cruzó el anchuroso Paraná el 23 de setiembre de 1820, después de separarse de la casi totalidad de sus compañeros, que restaron en la margen izquierda, y fué a presentarse a las autoridades paraguayas, Noticiado Francia de su arribo, lo consideró desde el primer momento como prisionero suyo, y en ese concepto lo retuvo siempre, primeramente en Asunción donde se le alojó por un corto tiempo y después en Curuguaty, remoto pueblo de negros que le fué señalado como término de destierro, asignándole por varios años — gobierno curioso el del tirano — el pago de un sueldo equivalente al de capitán que Artigas había alcanzado en los ejércitos de

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