el país, ansioso de normalizar la marcha constitucional. El nombramiento causó la mejor impresión y en el Salto, ciudad de residencia de Rivas, se festejó públicamente. Sólo el coronel Santos pareció aceptarlo a regañadientes.
Al prestar juramento el nuevo secretario de Estado, pronunció un discurso severo, reiterando su profesión de austeridad política y declarando que iba al gobierno no con la pretensión de ser Ministro que contentara a todos, sino porque creía que debía sacrificarse por el país, acompañando al presidente Vidal en el camino recio que pretendía seguir. Pasó seguidamente su circular de 4 de marzo a los jefes políticos, trazándoles una estricta norma de conducta, enderezada a que fueran verdad todos los derechos de nacionales y extranjeros, en la más alta expresión de la palabra,
Concluía manifestando su vivo interés por que se destruyera la creencia, perniciosa y fatal, que parecía haber cundido en la campaña, de no ser posible el orden y las garantías sino por los medios violentos y arbitrarios, empleados por los gobiernos dictatoriales.
Se siguieron a estas significativas declaraciones varios decretos reclamados de tiempo atrás por la moral administrativa, como el que exoneró de jefe del Cuerpo de Serenos al famoso coronel Manuelilio Aguirre y el que destituía de la Jefatura Política de Florida al discutido caudillo blanco Justiniano Salvañac.
Pero, conforme era de preverse, las cosas no pudieron seguir mucho. Santos acusó a Rivas de ser agente de los conservadores en el gabinete, del mismo modo que lo era de los blancos el Dr. Requena y García, Ministro de Relaciones Exteriores, y planteó la crisis ministerial presentando su dimisión el 23 de marzo, con el añadido, verbal, de “que se iba para su cuartel”.
Vidal, aterrado, optó por conservar a Santos — lo que equivalía a conservarse a sí mismo — después de una escena desagradable entre Presidente y Coronel. Al otro día — 24 de marzo de 1881 — Rivas y el Dr. Requena y García dimitieron sus respectivos cargos, y Vidal aceptó las renuncias de ambos.
Pésimo fué el efecto de esta crisis, “El Heraldo”, órgano colorado, dijo que se veía en ella la preponderancia del Ministro de la Guerra, y en esa preponderancia “ un síntoma siniestro de imposiciones y violencias que, modificando la política del gobierno, lo precipitarían fatalmente en el despeñadero del despotismo”.
Con este honroso capítulo, al cual debe agregarse el detalle de haber donado a la Escuela de Artes y Oficios los sueldos que le podían corresponder en su corto paso por el Ministerio, cerróse la medida carrera política de Andrés Rivas,
Murió en nuestra capital tres años más tarde, el 17 de noviembre de 1884, victimado por un ataque repentino.