Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/93

Esta página no ha sido corregida
93
Facundo

jesuitas, que se hizo adjudicar en pago de sus sueldos de general. Una comisión de accionistas de Buenos Aires vino á La Rioja para realizar esta empresa, y desde luego manifestó su deseo de ser presentada á Quiroga, cuyo nombre misterioso y terrorífico empezaba á resonar por todas partes. Facundo se les presenta en su alojamiento con media de «seda» de patente, calzón de jergón, y un poncho de tela ruin. No obstante lo grotesco de esta figura, á ninguno de los ciudadanos elegantes de Buenos Aires se le ocurrió reirse, porque eran demasiado avisados para no descifrar el enigma. Quería humillar á los hombres cultos, y mostrarles el caso que hacía de sus trajes europeos.

Ultimamente, derechos exorbitantes sobre la extracción de ganados que no fuesen los suyos, completaron el sistema de administración establecido en su provincia.

Pero á más de estos medos directos de fortuna, hay uno que me apresuro á exponer, por desembarazarme de una vez de un hecho que abraza toda la vida pública de Facundo. E juego! Facundo tenía la rabia del juego, como otros la de los licores, como otros la del rapé. Una alma poderosa, pero incapaz de abrazar una grande esfera de ideas, necesitaba esta ocupación ficticia en que una pasión está en continuo ejercicio, contrariada y halagada á la vez, irritada, excitada, atormentada. Siempre he crefdo que la pasión del juego es en los más de los casos una buena calidad de espíritu que está ociosa por la mala organización de una sociedad. Estas fuerzas de voluntad, de temeridad, de abnegación y de constancia, son las mismas que forman las fortunas del comerciante emprendedor, del banquero, y del conquistator que juega imperios á las batallas. Facundo ha jugado desde la infancia; el juego ha sido su único goce, su resahogo, su vida entera. ¿Pero sabéis lo que es un tallador que tiene en fondos el poder, el terror y la vida de sus compañeros de mesa?

Esta es una cosa de que nadie ha podido formarse idea, sino después de haberlo visto durante veinte años.

Facundo jugaba sin lealtad, dicen sus amigos... Yo no doy fe á este cargo, porque la mala fe le era inútil, y porque perseguida de muerte á los que la usaban.

Pero Facundo jugaba con fondos ilimitados: no permitió jamás que nadie levantase de la mesa el dinero con que jugaba; no era posible dejar de jugar sin que él to