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Domingo F. Sarmiento

El día sobreviene, y los semblantes pálidos de los reclutas, su fatiga y extenuación revelan todo lo que se ha aprendido en la noche. Al fin da descanso á su tropa, y lleva la generosidad hasta comprar empanadas, y distribuír á cada uno la suya, que se apresuran á comer, porque es parte ésta de la diversión.

Lecciones de este género no son inútiles para las ciudades, y el hábil político que en Buenos Aires ha elevado á sistema estos procedimientos, los ha refinado y hecho producir efectos maravillosos. Por ejemplo, desde 1835 hasta 1840, casi toda la ciudad de Buenos Aires ha pasado por las cárceles. Había, á veces, ciento cincuenta ciudadanos que permanecían presos dos, tres meses, para ceder su lugar á un repuesto de doscientos que permanecía seis meses. ¿Por qué? ¿qué habían hecho?... ¿qué habian dicho? ¡Imbéciles! ¿no veis que se está disciplinando la ciudad?...» No recordáis que Rosas decía á Quiroga que no era posible constituir la República porque no había costumbres? Es que está acostumbrando a la ciudad á ser gobernada; él concluirá la obra, y en 1844 podrá presentar al mundo un pueblo que no tiene sino un pensa—niento, una opinión, una voz, un entusiasmo sin límites por la persona y por la voluntad de Rosas! ¡Ahora si que se puede constituir una Repúblical Pero volvamos á La Rioja. Habíase excitado en Inglaterra un movimiento febril de empresas sobre las minas de los nuevos Estados americanos; compañías poderosas se proponían explotar las de Méjico y Pérú; y Rivadavia, residente en Londres entonces, estimuló á los empresarios á traer sus capitales á la República Argentina. Las minas de Famatina se presentaban å las grandes empresas. Especuladores de Buenos Aires obtienen al mismo tiempo privilegios exclusivos para la explotación, con el designio le venderlos á las compañías inglesas por sumas enormes. Estas dos especulaciones, la de la Inglaterra y la de Buenos Aires, se cruzaron en sus planes y no pudieron entenderse. Al fin hubo una transacción con otra casa inglesa que debía suministrar fondos, y que, en efecto, mandó directores y mineros ingleses. Más tarde, se especuló en establecer una Casa de Moneda en La Rioja, que cuando el gobierno nacional se organizase, debía serle vendida en una gran suma. Facundo, solicitado, entró con un gran número de acciones, que pagó con el Colegio de