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Domingo F. Sarmiento

pero, cuya vara aparece más corta que las otras. «¡Miserable! le grita Facundo con voz aterrante, tu eres»!... y en efecto, él era; su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo: el crédulo gaucho, creyendo que efectivamente creciese su varita, le había cortado un pedazo. Pero se necesita cierta superioridad y cierto conocimiento de la naturaleza humana, para valerse de estos medios.

DOMINGO F. SARMIENTO + Habíanse robado algunas prendas de la montura de un soldado, y todas las pesquisas habían sido inútiles para descubrir al raptor. Facundo hace formar la tropa y que desfile por delante de él, que está con los brazos cruzados, la mirada fija, escudriñadora, terrible. Antes ha dicho: «yo sé quien es», con una seguridad que nada desmiente. Empiezan á desfilar, desfilan muchos, y Quiroga permanece inmóvil; es la estatua de Júpiter tonante, es la imagen del dios del Juicio Final. De repente se abalanza sobre uno, le agarra del braz le dice con voz breve y seca: "¿Dónde está la montura?»... «Alli, señor», contesta señalando un bosquecillo. «Cuatro tiradores», grita entonces Quiroga. ¿Qué revelación era ésta? La del terror y la del crimen hecha ante un hombre sagaz. Estaba otra vez un gaucho respondiendo a los cargos que se le hacían por un robo; Facundo le interrumpe diciendo: «Ya este picaro está mintiendo; á ver... cien azotes»... Cuando el reo hubo salido, Quiroga dijo á alguno que se hallaba presente: «Vea, patrón: cuando un gaucho al hablar esté haciendo marcas con el pie, es señal que está mintiendo.» Con los azotes, el gaucho contó la historia como debía de ser, esto es, que se había robado una yunta de bueyes.

Necesitaba otra vez y había pedido un hombre resuelto, audaz, para confiarle una misión peligrosa. Escribía Quiroga cuando le trajeron el hombre; levanta la cara después de habérselo anunciado varias veces, lo mira y dice continuando de escribir: «Eh!!!... Ese es un miserable, pido un hombre valiente y arrojado!» Averiguóse, en efecto, que era un patán.

De estos hechos hay á ce ares en la vida de Facundo, y que al paso que descubren un hombre superior, han servido eficazmente para labrarle una reputación misteriosa entre hombres groseros que llegaban á atribuirle poderes sobrenaturales.