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Facundo

P FACUNDOlas serpientes de la cabeza de Medusa; su voz se enroquecía sus miradas se convertían en puñaladas.

Dominado por la cólera, mataba á patadas, estrellándole los sesos, á N, por una disputa de juego; arrancaba ambas orejas á su querida porque le pedía una vez treinta pesos para celebrar un matrimonio consentido por él; abría á su hijo Juan la cabeza de un hachazo, porque no había forma de hacerle callar; daba de bofetadas en Tucumán á una linda señorita, á quien ni seducir ni forzar podía. En todos sus actos mostrábase el hombre bestia, aun sin ser por eso estúpido, y sin carecer de elevación de miras. Incapaz de hacerse admirar ó estimar, gustaba de ser temido; pero este gusto erá exclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida á producir el terror en torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba á ser ejecutada, como sobre su mujer y sus hijos. En la incapacidad de manejar los resortes del gobierno civil ponía el terror como expediente para suplir el patriotismo y la abnegación; ignorante, rodeándose de misterios, y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidad natural, una capacidad de observación no común, y de la credulidad del vulgo, fingia una presciencia de los acontecimientos, que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares.

Es inagotable el repertorio de anécdotas de que está llena la memoria de los pueblos con respecto á Quiroga; sus dichos, sus expedientes tienen un sello de originalidad que le daban ciertos visos orientales, cierta tintura de sabiduría salomónica en el concepto de la plebe. ¿Qué diferencia hay, en efecto, entre aquel famoso expediente de mandar partir en dos el niño disputado, á fin de descubrir la verdadera madre, y este otro para encontrar un ladrón? Entre los individuos que formaban una compafía, habíase robado un objeto, y todas las diligencias practicadas para descubrir al raptor, habían sido infructuosas. Quiroga forma la tropa, hace cortar tantas varitas de igual tamaño cuantos soldados habi hace en guida que se distribuyan á cada uno, y luego con voz segura, dice: «aquél cuya varita amanezca mañana más grande que las demás, ese es el ladrón». Al día siguiente, fórmase de nuevo la tropa, y Quiroga procede á la verificación y comparación de las varitas. Un soldado hay, em-