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Facundo

grillos, abre el cráneo al español mismo que se los había quitado, hiende por entre el grupo de los amotinados, y deja una ancha calle sembrada de cadáveres en el espacio que ha querido recorrer. Dícese que el arma de que usó fué una bayoneta, y que los muertos no pasaron de tres; Quiroga, empero, hablaba siempre del «macho» de los grillos y de catorce muertos.

FACUNDO Acaso es esta una de esas idealizaciones con que la imaginación poética del pueblo embellece los tipos de la fuerza brutal que tanto admira; acaso la historia de los grillos es un traducción argentina de la quijada de Sansón, el hércules hebreo; pero Facundo la aceptaba como un timbre de gloria, según su bello ideal, y «machon de grillos ó bayoneta, él, asociándose á otros soldados y presos, á quienes su ejemplo alentó, logró sofocar el alzamiento y reconciliarse por este acto de valor con la sociedad y ponerse bajo la protección de la patria, consiguiendo que su nombre volase por todas partes ennoblecido y lavado, aunque con sangre de las manchas que lo afeaban. Facundo, cubierto de gloria, mereciendo bien de la patria, y con una credencial que acredita su comportación, vuelve á La Rioja, y ostenta en los Llanos, entre los gauchos, los nuevos títulos que justifican el terror que ya empieza á inspirar su nombre; porque hay algo de imponente, algo que subyuga y domina en el premiado asesino de catorce hombres á la vez..

Aquí terinina la vida privada de Quiroga, de la que he omitido una larga serie de hechos que sólo pintan el mal carácter, la mala educación y los instintos feroces y sanguinarios de que estaba dotado. Sólo he hecho uso de aquellos que explican el carácter de la lucha, de aquéllos que entran en proporciones distintas, pero formados de elementos análogos, en el tipo de los caudillos de las campañas que han logrado al fin sofocar la civilización de las ciudades, y que, últimamente, han venido á completarse en Rosas, el legislador de esta civilización tártara, que ha ostentado toda su antipatía á la civilización europea en torpezas y atrocidades sin nombre aun en la historia.

Pero aún queda algo por notar en el carácter y espíritu de esta columna de la Federación. Un hombre iliterato, un compañero de infancia y de juventud de Quiroga, que me ha suministrado muchos de los hechos que dejo referidos, me incluye en su manuscrito, hablando de los