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Facundo

á caballo»; un teniente García lo tomó de asistente, y bien pronto la deserción dejó un vacío en aquellas gloriosas filas. Después, Quiroga, como Rosas, como todas estas víboras que han medrado á la sombra de los laureles de la patria, se ha hecho notar por su odio á los militares de la Independencia, en los que uno y otro han hecho una horrible matanza.

FACUNDO Facundo, deserfado de Buenos Aires, se encamina á las provincias con tres compañeros. Una partida le da alcance; hace frente, libra una verdadera batalla, que permanece indecisa por algún tiempo, hasta que, dando muerte á cuatro ó cinco, puede continuar su camino, abriéndose paso todavía á puñaladas por entre otras partidas que hasta San Luis le salen al paso. Más tarde debia recorrer este mismo camino con un puñado de hombres, disolver ejércitos en lugar de partidas, é ir hasta la Ciudadela famosa de Tucumán á borrar los últimos restos de la República y del orden civil.

Facundo reaparece en los Llanos, en la casa paterna.

A esta época se refiere un suceso que está muy válido y del que nadie duda. Sin embargo, en uno de los manuscritos que consulto, interrogado su autor sobre este mismo hecho, contesta: «Que no sabe que Quiroga haya tratado nunca de arrancar á sus padres dinero por la fuerza»; y contra la tradición constante, contra et asentimiento general, quiero atenerme á este dato contradictorio. ¡Lo contrario es horrible! Cuéntase que habiéndose negado su padre á darle una suma de dinero que le pedía, acechó el momento en que padre y madre durmieran la siesta, para poner aldaba á la pieza donde estaban, y prender fuego al techo de pajas con que están cubiertas, por lo general, las habitaciones de los Llanos. (1) Pero lo que hay de averiguado es que su padre nidió una vez al gobierno de La Rioja, que lo prendieran para contener sus demasías, y que Facundo antes de fugar de (1) Después de escrito lo que precede, he recibido de persona fidedigna la aseveración de haber el mismo Quiroga contado en Tucumán antes señoras que viven aún, la historia del incedio de la casa.

Toda duda desaparece ante deposiciones de este género. Más tarde he obtenido la narración circunstanciada de un testigo presencial y compañero de infancia de Facundo Quiroga, que le vió á este dar á su padre una bofetada y huir: pero estos detalles contristan sin aleccionar, y es deber impuesto por el decoro apartarlos de la vista.