Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/72

Esta página no ha sido corregida
72
Domingo F. Sarmiento

discípulos y se atrincheraba en su cuarto de estudiante para resistir á un ultraje. De Facundo se refieren hoy varias anécdotas, muchas de las cuales lo revelan todo entero.

En la casa de sus huéspedes, jamás se consiguió sentarlo á la mesa común; en la escuela era altivo, huraño y solitario; no se mezclaba con los demás niños sino para encabezar actos de rebelión, y para darles de golpes. El «magister», cansado de luchar con este carácter indomable, se provee una vez de un látigo nuevo y duro, y enseñándolo a los niños aterrados: «éste es, les dice, para estrenarlo en Facundo». Facundo, de edad de once años oye esta amenaza, y al día siguiente la pone á prueba.

No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona, porque el pasante le quiere mal. El maestro condesciende; Facundo comete un error, comete dos, tres, cuatro; entonces el maestro hace uso del látigo; y Facundodo, que todo lo ha calculado, hasta la debilidad de—la silla en que su maestro está sentado, dále una bofetada, vuélcalo de espaldas, y entre el alboroto que esta escena suscita, toma la calle y va á esconderse en ciertos parrones de una viña, de donde no se le saca sino después de tres días. No es ya el caudillo que va á desafiar más tarde á la sociedad entera?

J Cuando llega á la pubertad, su carácter toma un tinte más pronunciado. Cada vez más sombrío, más imperioso, más selvático, la pasión del juego, la pasión de las almas rudas que necesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor que las adormeciera, dominalo irresistiblemente á la edad de quince años. Por ella se hace una reputación en la ciudad; por ella se hace intolerable en la casa en que se hospeda; por ella, en fin, derrama por un balazo dado á Jorge Peña, el primer reguero de sangre que debía entrar en el ancho torrente que ha dejado marcado su paso por la tierra.

Desde que llega á la edad adulta, el hilo de su vida se pierde en un intrincado laberinto de vueltas y revueltas por los diversos pueblos vecinos: oculto unas veces, perseguido siempre, jugando, trabajando en clase de peón, dominando todo lo que se le acerca y distribuyendo pañaladas. En San Juan muéstranse hoy en la esquina de los Godoyes tapias pisadas por Quiroga; en la Rioja las hay de su mano en Fiambalá. El enseñaba otras en Men-