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Facundo

bastante pronunciados para descubrir una voluntad firme y tenaz.

Sus ojos negros, llenos de fuego y sombreados por pobladas cejas, causaban una sensación involuntaria de terror en aquéllos en quienes alguna vez llegaban á fijarse, porque Facundo no miraba nunca de frente, y por hábito, por arte, por deseo de hacerse siempre temible, tenía de ordinario la cabeza siempre inclinada, y miraba por entre las cejas, como el Alí—Bajá de Montvoisin. El Caín que representa la famosa compañía Ravet, me despierta la imagen de Quiroga, quitando las posiciones artísticas de la estatuaria que no le convienen. Por lo demás, su fisonomía era regular, y el pálido moreno de su tez sentaba bien á las sombras espesas en que quedaba encerrada.

La estructura de su cabeza revelaba, sin embargo, bajo esta cubierta selvática, la organización privilegiada de los hombres nacidos para mandar. Quiroga poseía esas cualidades naturales que hicieron del estudiante de Brienne el genio de la Francia, y del mameluco obscuro que se batía con los franceses en las Pirámides, el virrey de Egipto. La sociedad en que nacen da á estos caracteres la manera especial de manifestarse; sublimes, clásicos, por decirlo así, van al frente de la humanidad civilizada en unas partes; terribles, sanguinarios y malvados, son en otras su mancha, su oprobio.

Facundo Quiroga fué hijo de un sanjuanino de humilde condición, pero que, avecindado en los Llanos de La Rioja, había adquirido en el pastoreo una regular fortuna. En 1799 fué enviado Facundo á la patria de su padre á recibir la educación limitada que podía adquirirse en las escuelas: leer y escribir. Cuando un hombre llega á ocupar las cien trompetas de la fama con el ruído de sus hechos, la curiosidad ó el espíritu de investigación, van hasta rastrar la insignificante vida del niño, para anudarla á la biografía del héroe; y no pocas veces entre fåbulas inventadas por la adulación, se encuentran ya en germen en ella los rasgos característicos del personaje histórico.

Cuéntase de Alcibíades, que, jugando en la calle, se tendía á lo largo en el pavimento para contrariar á un cochero que le prevenía que se quitase del paso á fin de no atropellarlo; de Napoleón, que dominaba á sus con-