Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/69

Esta página no ha sido corregida
69
Facundo

hombre se disputan el dominio de la naturaleza, y que éste cae bajo la garra sangrienta de aquélla; entonces el tigre empieza á gustar de preferencia su carne, y se llama «cebado» cuando se ha dado, & este nuevo género de caza, la caza de hombres. El juez de la campaña inmediata al teatro de sus devastaciones convoca á los varones hábiles para la correría, y bajo su autoridad y dirección se hace la persecución del tigre «cebado», que rara vez escapa á la sentencia que lo pone fuera de la ley.

Cuando nuestro prófugo había caminado cosa de seis leguas, creyó oir bramar el tigre á lo lejos, y sus fibras se estremecieron. Es el bramido del tigre un gruñido como el del chancho, pero agrio, prolongado, estridente, y sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento involuntario en los nervios, como si la carne se agitara ella sola al anuncio de la muerte.

FACUNDO Algunos minutos después el bramido se oyó más distinto y más cercano; el tigre venía ya sobre el rastro, y sólo á una larga distancia se divisaba un pequeño algarrobo. Era preciso apretar el paso, correr, en fin, porque los bramidos se sucedían con más frecuencia, y el último era más distinto, más vibrante que el que le precedía.

Al fin, arrojando la montura á un lado del camino, dirigióse el gaucho al árbol que había divisado, y no obstante la debilidad de su tronco, felizmente bastante elevado, pudo trepar á su copa y mantenerse en una continua oscilación, medio oculto entre el remate. Desde allí pudo observar la escena que tenía lugar en el camino; el tigre marchaba á paso precipitado, oliendo el suelo, y bramando con más frecuencia á medida que sentía la proximidad de su presa. Pasa adelante del punto en que aquél se había separado del camino, y pierle el rastro; el tigre se enfurece, remolinea, hasta que divisa la montura, que desgarra de un montón esparciendo en el aire sus prendas. Más irritado aún con este chasco, vuelve á buscar el rastro, encuentra al fin la dirección en que va, v levantando la vista, divísa á su presa, haciendo con el peso balancearse el algarrobillo, cual la frágil caña cuando las aves se posan en sus puntas.

Desde entonces ya no bramó el tigre; acercábase á saltos, y en un abrir y cerrar de ojos, sus poderosas manos estaban apoyándose á dos varas del suelo sobre el del-