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Facundo

No hay un militar que haya servido en los ejércitos de línea fuera de la República.

FACUNDO ¿Creeráse que tanta mediocridad es natural á una ciudad del interior? ¡No! ahí está la tradición para probar lo contrario. Veinte años atrás, San Juan era uno de los pueblos más cultos del interior, y ¿cuál no debe ser la decadencia y postración de una ciudad americana para ir á buscar sus épocas brillantes veinte años atrás del momento presente?

El año 1831 emigraron á Chile doscientos ciudadanos, jefes de familia, jóvenes, literatos, abogados, militares, ete. Copiapó, Coquimbo, Valparaíso y el resto de la República, están llenos aún de estos nobles proscritos, capitalistas algunos, mineros inteligentes otros, comerciantes y hacendados muchos, abogados, médicos varios. Como en la dispersión de Babilonia, todos éstos no volvieron á ver la tierra prometida.

¡Otra emigración ha salido, para no volver, en 1850!

San Juan había sido hasta entonces suficientemente rica en hombres civilizados para dar al célebre Congreso de Tucumán un presidente de la capacidad y altura del doctor Laprida, que murió más tarde asesinado por los Aldao; un prior á la Recoleta Domínica de Chile en el distinguido sabio y patriota Oro, después obispo de San Juan; un ilustre patriota, don Ignacio de la Roza, que preparó con San Martín la expedición á Chile, y que derramó en su país las semillas de la igualdad de clases prometida por la revolución; un ministro al gobierno de Riva davia; un ministro á la legación argentina en don Domingo de Oro, cuyos talentos diplomáticos no son aun debidamente apreciados; un diputado al Congreso de 1826 en el ilustrado sacerdote Vera; un diputado á la convención de Santa Fe en el prebístero Oro, orador de nota; otra á la de Córdoba en don Rudesindo Rojo, tan eminente por sus talentos y genio industrial, como por su grande instrucción; un militar al ejército, entre otros en el coronel Rojo, que ha salvado dos provincias sofocando motines con sólo su serena audacia, y de quien el general Paz, juez competente en la materia, decía que sería uno de los primeros generales de la república. San Juan poseía entonces un teatro y compañía permanente de actores.

Existen aún los restos de seis ó siete bibliotecas de particulares en que estaban reunidas las principales obras