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Domingo F. Sarmiento

Es inútil detenerse en el carácter, objeto y fin de la revolución de la independencia. En toda la América fueron los mismos, nacidos del mismo origen, á saber: el movimiento de las ideas europeas. La América obraba así, porque así obran todos los pueblos. Los libros, los acontecimientos, todo llevaba á lá América á asociarse á la impulsión que á la Francia habían dado Norte—America y sus propios escritores; á la España, la Francia y sus libros. Pero lo que necesito notar para mi objeto, es que la revolución, excepto en su simbolo exterior, independencia del rey, era sólo interesante é inteligible para las ciudades argentinas, extraña y sin prestigio para las campañas. En las ciudades había libros, ideas, espíritu municipal, juzgados, derecho, leyes, educación, todos los puntos de contacto y de mancomunidad que tenemos con los europeos; había una base de organización, incompleta, atrasada, si se quiere: pero precisamente porque era incompleta, porque no estaba á la altura de lo que ya se sabía que podia llegar, se adoptaba la revolución con entusiasmo. Para las campañas la revolución era un problema; substraerse á la autoridad del rey era agradable, por cuanto era substraerse á la autoridad. La campaña pastora no podía mirar la cuestión bajo otro aspecto. Libertad, responsabilidad del poder, todas las cuestiones que la revolución DOMINGO F. BARMIENTO se proponía resolver, eran extrañas á su manera de vivir, á sus necesidades. Pero la revolución le era útil en este sentido, que iba á dar objeto y ocupación á ese exceso de vida que hemos indicado, y que iba á añadir un nuevo centro de reunión, mayor al circunscripto á que acudían diariamente los varones en toda la extensión de las campañas.

Aquellas constituciones espartanas, aquellas fuerzas físicas tan desenvueltas, aquellas disposiciones guerreras que se malbarataban en puñaladas y tajos entre unos y otros, aquella desocupación romana á que sólo faltaba un Campo de Marte para ponerse en ejercicio activo, aquella antipatía á la autoridad con quien vivían en continua lucha, todo encontraba al fin camino por donde abrirse paso, y salir á la luz, ostentarse y desenvolverse.

Empezaron, pues, en Buenos Aires los movimientos