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Facundo

espíritus enervados, el licor enciende las imaginaciones adormecidas. Esta asociación accidental de todos los días, viene, por su repetición, á formar una sociedad más estrecha que la de donde partió cada individuo; y en esta asamblea sin objeto público, sin interés social, empiezan å echarse los rudimentos de las reputaciones que más tarde y andando los años, van á aparecer en la escena política Ved cómo.

El gaucho estima sobre todas las cosas, las fuerza fisicas, la destreza en el manejo del caballo, y además el valor. Esta reunión, este «club» diario, es un verdadero circo olimpico en que se ensayan' y comprueban los quilates del mérito de cada uno.

El gaucho anda armado del cuchillo, que ha heredado de los españoles; esta peculiaridad de la Península, este grilo característico de Zaragoza guerra á cuchillo!» es aquí más real que en España. El cuchillo, á más de una arma, es un instrumento que le sirve para todas sus ocupaciones; no puede vivir sin él, es como la trompa del elefante, su brazo, su mano, su dedo, su todo. El gaucho, á la par del jinete, hace alarde de valiente, y el cuchillo brilla á cada momento, describiendo círculos en el aire, á la menor provocación, ó sin provocación alguna, sin otro interés que medirse con un desconocido; juega á las puñaladas, como jugaría á los dados. Tan profundamente entran estos hábitos pendencieros en la vida íntima del gaucho argentino, que las costumbres han creado sentimientos de honor y una esgrima que garantiza la vida. El hombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentino lo desenvaina para pelear, y hiere solamente. Es preciso que esté muy borracho, es preciso que tenga instintos verdaderamente malos, ó rencores muy profundos, para que atente contra la vida de su adversario.

Su objeto es solo «marcarlo», darle una tajada en la cara, dejarle una señal indeleble. Así, se ve á estos gauchos llenos de cicatrices que rara vez son profundas. La riña, pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor á la reputación. Ancho círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales, que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre å torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia á separarlos. Si sucede una "desgracia», las simpatías están por el que desgració; el mejor caballo le sirve para salvarse á parajes lejanos, V