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Facundo

pago de donde la partida acaba de salir; conversa pacificamente con los buenos gauchos, que lo rodean y lo admiran; se provee «de los vicios», y si divisa la partida, monta tran quilamente en su caballo, y lo apunta hacia el desierto, sin prisa, sin aparato, desdeñando volver la cabeza. La partida rara vez lo sigue; mataría inútilmente sus caballos, porque el que monta el Gaucho Malo es un parejero "pangaré» tan célebre como su amo. Si el acaso lo hecha alguna vez de improviso entre las garras de la justicia, acomete lo más espeso de la partida, y merced de cuatro tajadas que con su cuchillo ha abierto en la cara ó en el cuerpo de los soldados, se hace paso por entre ellos, y tendiéndose sobre el lomo del caballo para substraerse á la acción de las balas que lo persiguen, endilga hacia el desierto, hasta que, poniendo espacio conveniente entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y marcha tranquilamente. Los poetas de los alrededores agregan esta nueva hazaña á la biografía del héroe del desierto, y su nombradía vuela por toda la vasta campaña. A veces se presenta á la puerta de un baile camnestre con una muchacha que ha robado; entra en baile con su pareja, confúndese en las mudanzas del «cielito», y desaparece sin que nadie lo advierta. Otro día se presenta en la casa de la familia ofendida, hace descender de la grupa á la niña que ha seducido, y desdeñando las maldiciones de los padres que lo siguen, se encamina tranquilo á su morada sin límites.

FACUNDO Este hombre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes; este salvaje de color blanco, no es en el fondo un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. El osado prófugo que acomete una partida enterá, es inofensivo para con los viajeros. El Gaucho Malo no es un bandido, no es un salteador; el ataque á la vida no entra en su idea, como el robo no entraba en la idea del "Churriador»; roba, es cierto, pero esta es su profesión, su tráfico, su ciencia.

Roba caballos. Una vez viene al real de una tropa del interior; el patrón propone comprarle un caballo de tal pelo extraordinario, de tal figura, de tales prendas, con una estrella blanca en la paleta. El gaucho se recoge, medita un momento, y después de un rato de silencio, contesta: «No hay actualmente caballo así». ¿Qué ha estado pensando el gaucho? En aquel momento ha recorrido en su mente mil estancias de la pampa, ha visto y examinado todos los caballos que hay en la provincia, con sus marcas, color, señas particulares, y convencido de que no hay ninguno que