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Domingo F. Sarmiento

enteras había marchado pisando con la punta del pie; trepábase en seguida á las murallas bajas, cruzaba un sitio, y volvía atrás. Calibar lo seguía sin perder la pista; si le sucedía momentáneamente extraviarse, al hallarla de nuevo exclamaba: ¡Dónde te mi—as—dir!» Al fin llegó una acequia de agua en los suburbios, cuya corriente había seguido aquél para burlar al rastreador... ¡Inútil! Calibar iba por las brillas, sin inquietud, sin vacilar. Al fin se detiene, examina unas hierbas, y dice: "por aquí ha salido; no hay rastro, pero estas gotas de agua en los pastos lo indican!» Entra en una viña, Calíbar reconoció las tapias que la ro deaban, y dijo: «adentro está». La partida de soldados se cansó de buscar, y volvió á dar cuenta de la mutilidad de las pesquisa; «no ha salido», fué la breve respuesta que sin moverse, sin proceder á nuevo examen, dió el rastreador. No había salido, en efecto, y al día siguiente fué ejecutado. En 1830, algunos presos políticos intentaban una evasión: todo estaba preparado, los auxiliares de afuera prevenidos; en el momento de efectuarla, uno dijo: "y Calibar? ¡Cierto!—contestaron los otros anonadados, aterrados, ¡Cálíbar!»

Sus familias pudieron conseguir de Calíbar que estuviese enfermo cuatro días contados desde la evasión, y así pudo efectuarse sin inconveniente.

¿Qué misterio es este del rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de estos hombres? ¡Cuán sublime criatura es la que Dios hizo á su imagen y semejanza!

Después del rastreador, viene el «baquiano», personaje eminente que tiene en sus manos la suerte de los particulares de las provincias. El baquiano es un gaucho grave y reservado, que conoce á palmo veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Es el topógrafo más completo; es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campaña. El baquiano y siempre á su lado. Modesto y reservado como una tapia; está en todos los secretos de la campaña; la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia, todo depende de él.

El baquiano es casi siempre fiel á su deber; pero no siempre el general tiene en él plena confianza. Imaginaos la posición de un jefe condenado á llevar un traidor á su lado, y á pedirle los conocimientos indispensables para triunfar. Un baquiano encuentra una sendita que hace cruz con el