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Domingo F. Sarmiento

los rayos, y os introducirá en un mundo de idealizaciones morales y religiosas, mezcladas de hechos naturales, pero mal comprendidos, de tradiciones supersticiosas y groseras. Añádase que si es cierto que el flúido eléctrico entra en la economía de la vida humana, y es el mismo que llaman flúido nervioso, el cual excitado subleva las pasiones y enciende el entusiasmo, muchas disposiciones debe tener para los trabajos de la imaginación el pueblo que habita bajo una atmósfera recargada de electricidad hasta el punto que la ropa frotada chisporrotea como el pelo contrariado del gato.

¿Cómo no ha de ser poeta el que presencia esas escenas imponentes?

«Gira en vano, reconcentra Su inmensidad, y no encuentra La vista en su vivo anhelo De fijar fugaz vuelo, Como el pájaro en la mar.

Doquier campo y heredades Del ave y bruto guaridas; Doquier cielo y soledades De Dios sólo conocidas.

Que él solo puede sondar;» (1) ¿ó el que tiene á la vista esta naturaleza engalanada?

«De las entrañas de América Dos raudales se desatan; El Paraná, faz de perlas, Y el Uruguay, faz de nácar, Los dos entre bosques corren entre floridas barrancas, Como dos grandes espejos Entre marcos de esmeraldas.

Salúdantos en su paso Ia melancólica pava, El picaflor y jilguero.

El zorzal y la torcaza.

Como antes reyes se inclinan Antes ellos celhos y palinas.

Y le arrojan flor de aire.

(1) Echeverria «La Cautiva»».