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Domingo F. Sarmiento

ceso y sin consecuencia, porque nada agregaban al caudal de nociones europeas, y volvió sus miradas al desierto, y allá en la inmensidad sin límites, en las soledades en que vaga el salvaje, en la lejana zona de fuego que el viajero ve acercarse cuando los campos se incendian, halló las inspiraciones que proporcionan á la imaginación el espectáculo de una naturaleza solemne, grandiosa, inconmensurable, callada, y entonces el eco de sus versos pudo hacerse oir con aprobación aun por la península española.

"Hay que notar de paso un hecho que es muy explicativo de los fenómenos sociales de los pueblos. Los accidentes de la naturaleza producen costumbres y usos peculiares á estos accidentes, haciendo que donde estos accidentes se repiten, vuelvan á encontrarse los mismos medios de parar á ellos, inventados por pueblos distintos. Esto me explica por qué la flecha y el arco se encuentran en todos los pueblos salvajes, cualesquiera que sean su raza, su origen y su colocación geográfica. Cuando leía en «El último de los Mohicanos» de Cooper, que Ojo de Halcón y Uncas habían perdido el rastro de los Mingos en un arroyo, dije: «van á tapar el arroyo». Cuando en «La Pradera», el Trampero mantiene la incertidumbre y la agonía mientras el fuego los amenaza, un argentino habría aconsejado lo mismo que el Trampero sugiere, al fin, que es limpiar un lugar para guarecerse, é incendiar á su vez, para poderse retirar del fuego que invade sobre las cenizas del que se ha encendido.

Tal es la práctica de los que atraviesan la pamna para salvarse de los incendios del pasto. Cuando los fugitivos de «La Praderan encuentran un río, y Cooper describe la misteriosa operación del Pawnie con el cuero de búfalo que recoge, va á hacer la «pelota», me dije á mí mismo: lástima es que no hayan una mujer que la conduzca, que entre nosotros son las mujeres las que cruzan los ríos con la «pelota tomada con los dientes por un lazo. El procedimiento para asar una cabeza de búfalo en el desierto, es el mismo que nosotros usamos para batear» una cabeza de vaca ó un lomo de ternera. En fin, mil otros accidentes que omito, prueban la verdad de que modificaciones análogas del suelo traen análogas costumbres, recursos y expedientes. No otra la razón de hallar en Fenimore Cooper descripciones de usos y costumbres que parecen plagiadas de la pampa; así, hallamos en los hábitos pastoriles de la América; reproducidos hasta los trajes, el semblante grave y hospitalidad árabes.