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Domingo F. Sarmiento

perspectiva señalar el punto en que mundo acaba y principia el cielo. Al Sur y al Norte acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y en las indefensas poblaciones. En la solitaria caravana de carretas que atraviesa pesadamente las pampas, y que se detiene á reposar por momentos, la tripulación reunida en torno del escaso fuego, vuelve maquinalmente la vista hacia el Sur al más ligero susurro del viento que agita las hierbas secas, para hundir sus miradas en las tinieblas profundas de la noche en busca de los bultos siniestro de la horda salvaje que puede sorprenderla desapercibida de un momento á otro.

Si el oído no escucha rumor alguno, si la vista no alcanza á calar el velo obscuro que cubre la callada soledad, vuelve sus miradas, para tranquilizarse del todo, á las orejas de algún caballo que está inmediato al fogón, para observar si están inmóviles y negligentemente inclinadas ha cia atrás.

Entonces continúa la conversación interrumpida, ó lleva á la boca el tasajo de carne medio sollamado de que se alimenta. Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre del campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que puede pisar. Esta inseguridad de la vida, que es habitual y pemanente en las campañas, imprime, á mi parecer en el carácter argentino cierta resignación estoica para la muerte violenta, que hace de ella unos de los percances inseparables de la vida, una manera de morir como cualquiera otra; y puede quizá explicar en parte la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas.

La parte habitada de este país, privilegiado en dones y que encierra todos los climas, puede dividirse en tres fisonomías distintas, que imprimen á la población condiciones diversas, según la manera como tiene que entenderse con la naturaleza que la rodea. Al Norte, confundiéndose con el Chaco, un espeso bosque cubre con su impenetrable ramaje extensiones que llamáramos inauditas si en formas colosales hubiese nada inaudito en toda la extensión de la América. Al centro, y en una zona paralela, se disputan fargo tiempo el terreno la pampa y la selva; domina en partes el bosque, se degrada en matorrales enfermizos y espinosos, preséntase de nuevo la selva á merced de algún río que la favorece, hasta que al fin, al Sur, triunfa la pam-