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Facundo

su órbita regular, atraídos por la aproximación de algún otro, pero sin substraerse del todo á la atracción de su centro de rotación, que luego asume la preponderancia y les hace entrar en su carrera ordinaria?

M. Guizot ha dicho desde la tribuna francesa: «hay en América dos partidos: el partido europeo y el partido americano; éste es el más fuerte»; y cuando le avisan que los franceses han tomado las armas en Montevideo, y han asociado su porvenir, su vida y su bienestar al triunfo del partido europeo civilizado, se contenta con añadir: los franceses son muy entremetidos, y comprometen á su nación con los demás gobiernos». ¡Bendito sea Dios! M.Guizot, el historiador de la «Civilización» europea, el que ha deslindado los elementos nuevos que modificaron la civilización romana, y que ha penetrado en el enmarañado laberinto de la Edad Media, para mostrar como la nación francesa ha sido el crisol en que se ha estado elaborando, mezclando y refundiendo el espíritu moderno; monsieur Guizot, ministro del rey de Francia, da por toda solución á esta manifestación de simpatías profundas entre los franceses y los enemigos de Rosas; «¡son muy entremetidos los franceses!» Los otros pueblos americanos, que, indiferentes é impasibles, miran esta lucha y estas alianzas de un partido argentino con todo elemento europeo que venga á prestarle su apoyo, exclaman á su vez llenos de indignación: "jestos argentinos son muy amigos de los europeos!» Y el tirano de la República Argentina se encarga oficiosamente de completarles la frase, añadiendo: «¡traidores á la causa americana!" ¡Cierto! dicen todos; ¡traidores! esta es la palabra. ¡Cierto!

decimos nosotros ¡traidores á la causa americana, española, absolutista, bárbara! ¿No habéis oído la palabra «salvaje» que anda revoloteando sobre nuestras cabezas?

De eso se trata, de ser ó no ser «salvaje». Rosas, según esto, no es un hecho aislado, una aberración, una monstruosidad. Es, por el contrario, una manifestación social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo. ¿Para qué os obstináis en combatirlo, pues, si es fatal, forzoso, natural y lógico? ¡Dios mio! ¡para qué lo combatís...... ¿Acaso porque la empresa es ardua, es por eso absurda? ¿Acaso porque el mal principio triunfa, se le ha de abandonar resignadamente el terreno? ¿Acaso la civilización y la libertad son débiles hoy en el mundo, porque la Italia gima bajo el peso de todos los despotismos, porque la Polonia ande errante sobre la