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Facundo

de los fenómenos sociales que sólo han visto en grupo y superficialmente. A la América del Sur en general, y á la República Argentina sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville, que premunido del conocimiento de las teorías sociales, como el viajero científico de barómetros, octantes y brújulas, viniera á penetrar en el interior de nuestra vida política, como en un campo vastísimo y aun no explorado ni descrito por la ciencia, y revelase á la Europa, á lá Francia, tan ávida de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de la humanidad, este nuevo modo de ser que no tiene antecedentes bien marcados y conocidos.

Hubiérase entonces explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza á aquella república; hubiéranse clasificado distintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiéranse asignado su parte á la configuración del terreno, y á los hábitos que ella engendra; su parte å las tradiciones españolas y á la conciencia nacional, intima, plebeya, que han dejado la Inquisición y el absolutismo hispano; su parte á la influencia de las ideas opuestas que han trastornado el mundo político: su parte á la barbarie indígena; su parte á la civilización europea; su parte, en fin, á la democracia consagrada por la Revolución de, á la igualdad, cuyo dogma ha penetrado hasta las capas inferiores de la sociedad.

Este estudio, que nosotros no estamos aún en estado de hacer, por nuestra falta de instrucción filosófica é histórica, hecho por observadores competentes, habría revelado á los ojos atónitos de Europa un mundo nuevo en política una lucha ingenua, franca y primitiva entre los últimos progresos del espíritu humano y los rudimentos de la vida salvaje, entre las ciudades populosas y los bosques sombríos.

Entonces se habría podido aclarar un poco el problema de la España, esa rezagada de Europa_que, echada entre el Mediterráneo y el Océano, entre la Edad Media y el siglo XIX, unida á la Europa culta por un ancho Istmo, y separada del Africa bárbara por un angosto Estrecho, está balanceándose entre dos fuerzas opuestas, ya levantándose en la balanza de los pueblos libres, ya cayendo en la de los despotizados; ya impía, ya fanática; ora constitucionalista declarada, ora despótica impudente; maldiciendo sus cadenas rotas á veces, ya cruzando los brazos y pidiendo á gritos que le impongan el yugo, que parece ser su condición y su modo de existir. ¡Qué! el problema de la España euro~