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APENDICE

moso título de tolerancia religiosa se opuso á las presentaciones del respectivo Misionero y dejó sin efecto dicho decreto ministerial, volvieron á hacerse esporádicamente. Ni hay necesidad de fuerza pública, ya se alcanza mucho, cuando las autoridades respectivas, en vez de provocar á los indios al nguillatun y asistir á ellos, en ocasiones que les pidan la licencia legal de efectuarlos, les expresen su extrañeza porque creen aún en tan estupidas ridiculeces, y les digan que toda la gente se ríe de ellos por esas costumbres y que se acomoden lo más pronto posible á las de los cristianos.

La forma antigua de los entierros queda imposibilitada desde el momento en que los oficiales del registro civil insisten —lo que podrían hacer sin encontrar resistencia— en que se efectúen los entierros de los indígenas dentro del término prescrito por la ley respectiva, porque en tan reducido espacio de tiempo no alcanzan los indígenas á terminar los preparativos necesarios para sus entierros tradicionales.

Cada año van en aumento los matrimonios arreglados en el sentido cristiano y civil, y si como enseña la experiencia, entre ellos el vinculo matrimonial no tiene la firmeza que debería tener, les disculpan los pésimos ejemplos de los civilizados, muchos de los cuales se burlan de la santidad del matrimonio eclesiastico y practican las leyes civiles cuando quieren.

Tanto la escasez de terrenos como la circunstancia de que la ley del matrimonio civil no reconoce á más de una sola mujer, se unirán á la acción del Misionero para acabar con la poligamia que ya no es muy frecuente.

Las machis continúan aún con sus supercherías, pero no ya en tan grande escala como antes, riéndose de ellas no pocos indígenas. Vengan á establecerse cerca de ellos buenos médicos que pidan un honorario módico, entonces las dichas machis quedarán aun más abandonadas de lo que están hoy día, como ha sucedido en Wapi donde el autor con sus conocimientos de medicina las eclipsó; pero siempre quedarán algunas, pues la estupidez nunca se acabará del todo.

La predicación sola del Evangelio de parte de los Misioneros, no puede alcanzar el triunfo de la trasformación completa de esta raza en gente cristiana y civilizada; á este fin han de unirse mu-