Página:Félix José de Augusta - Lecturas Araucanas.pdf/233

Esta página ha sido corregida
228
APENDICE

EL REHUE (REWE), NGUEICUREHUEN'N (ŊEIKUREWENN).

Una de las prácticas superstiosas que á lo menos entre los indios riberanos se junta con las rogativas es el ngueicurehuen'n ó mecer el rehue, ejecutado por el machi hombre ó mujer.

Pascual Painemilla Ñ. dice en el principio de su relato sobre el el nguillatun pg. 3: „Es erigido el rehue“; pero en seguida no explica para qué fin, omisión que manifiesta que el „mecer el rehue“ no es esencial para el nguillatun, y nuestro relator de Panguipulli nos ha asegurado que esta ceremonia no tiene relación con el nguillatun.

No hemos presenciado el nguillatun, ni el ngueicurehuenn, pero lo que hemos visto y oido al respeto lo comunicamos en las siguientes líneas.

Según la descripción que nos ha hecho el indígena José Francisco Coliñ de Wapi, consiste el rehue en un tronco grueso de maqui, colocado expresamente para este objeto, en cuya extremidad se amarran ramas derechas y descortezadas, de maqui ó canelo, de manera que divergen en todas direcciones. En dichas ramas se suspenden por el nervio los corazones [1] de los corderos victimados, y gallinas enteras y muertas. En el tronco se ven tallados unos peldaños cuyo destino es facilitar á la machi el ascenso, pues ha de subir en él con el fin de hablar „con el dios“ y recibir sus revelaciones respeto al buen ó mal resultado de las rogativas. Al rededor del rehue ejecutan hombres y mujeres sus bailes de la manera referida en la misma narracióu del nguillatun[2].

Semejante rehue hemos visto en Rucacura, reducción ubicada entre Tolten y Bajo Imperial. Allí estaba marcado un rectángulo de unos 15×4 metros con coligües plantados de trecho en trecho, el cual incluía el llanguillangui y el rehue.

  1. En Pangipulli los amarran en la bandera; véase pg. 41, 29. De un indio, conocido nuestro nos contaron que en cierta ocación se cortó con mucha calma de espíritu unos corazones del rehue y se los llevó diciendo que eran muy buenos para comérselos asados. Los creyentes, que asustados le rodeaban, le amenazaron con que „el dios“ le castigaría con una muerte repentina lo que le hizo poca impresión.
  2. Véase pg. 6, 14 y 7, 15.