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APENDICE

Domingo Wenuñamko nos dijo equivocadamente que en Pauguipulli no se usaba ya poner un llanguillangui. Mas posteriormente supimos que éste se llama ahí llanguill (llaŋill[1]), que es colocado en el llongoll[2]). y que en él se pone la sangre recogida en unas artezas. Esta sangre se la comen los festejantes pasada una á dos horas, espacio de tiempo que creerán suficiente para que se harte el dios ó sean los espíritus con el vaho.

Consiste el llanguillangui ó llanguill en dos ó tres pares de varas de unos tres metros de largo plantadas en dos filas. Dichas varas terminan en ganchos, en los cuales descansan otras dos varas, una para cada fila, sirviendo de descanso para otras, atravesadas, que amarradas con voqui en las laterales forman de esta manera una especie de mesa.


Sacerdote.

El oficio de sacerdotes lo desempeñan unos anciauos, llamados nguenpines (ŋen·pin). Estos son también los que convocan para la fiesta y la presiden, no extendiéndose á tales actos puramente religiosos la postedad de los caciques[3].

En las reducciones de la costa, según relato de Pascual Painemilla Ñ., funcionan varios nguenpines en una fiesta, mas en Panguipulli, según nos aseguró Domingo Wenuñamko, no hay más que uno. Dice el mismo que el nguenpin es y era siempre un hom-

  1. Llaŋill es la misma palabra llaŋillaŋi apocapada.
  2. En el texto respectivo hemos traducido erróneamente esta palabra por sacrificadero, debe decirce „lugar sagrado“; porque en Panguipulli no se matan los corderos al pié del llangui-llangui como en Wapi, sino fuera del llongoll.
  3. Cierto día, hace unos once años, visitamos á los indios de Trawatrawa, reducción marítima, á los cuales habíamos reunido ya dos veces y enseñado la doctrina y el rezo sin que hubiesen demostrado mala voluntad. En esta ocasión los encontramos ocupados en los preparativos para hacer sus rogativas, y se disculparon ellos con no tener tiempo. No pudimos contener nuestra indignación, y con el fin de imponernos á estos rebeldes, nos apoyamos en la autoridad del cacique principal que reprobaba tales rogativas; pues era bastante inteligente para conocer que eran un culto supersticioso y temía los desórdenes que traían consigo. Nos observaron friamente estas gentes: „Tratándose de rogativas, no nos atenemos á los caciques. En estos asuntos tenemos á otros que nos mandan“. Se refirieron á los ngnenpines.