la luz del dia suceden las tinieblas de la noche; el boyero trae ramage para los bueyes, y no por eso ve al ciervo: entran y salen una y otra vez los demas rústicos, y ninguno repara en él: pasa por allí tambien el cachican, y ni este lo advierte. Gozoso entonces el ciervo comenzó á dar muchas gracias á los pacíficos bueyes, por haberle dado asilo en su desgracia. Respondióle uno de ellos: nosotros á la verdad deseamos verte libre; pero si viniere el de cien ojos, en gran riesgo está tu vida. Al decir esto, étele aquí el amo despues de cena; y porque habia observado poco antes, que los bueyes estaban desmejorados, se llega á los pesebres y dice: ¿Por qué habrá aquí tan poca hoja? aquí faltan las mullidas: ¿tanto hubiera costado quitar estas telarañas? Al tiempo que así lo registra todo, descubre tambien los altos cuernos del ciervo, al cual, convocada la familia, manda matar y se alza con él, como presa suya.
Esta fábula nos enseña, que ninguno mira la hacienda como su dueño.