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FÁBULA XXVII.


el grande no desprecie al pequeño.


Una zorra y una águila.

Los que se hallan elevados, por mucho que lo esten, deben temer á los humildes; porque á la industria ingeniosa siempre la es fácil la venganza.

En otro tiempo una águila se llevó los hijuelos de una raposa, y se los puso en el nido á sus aguiluchos, para que se sustentasen. Siguióla con teson la sorra, y comenzó á suplicarla, que no diese tanto que sentir á una madre afligida. El águila no hizo caso como quien se tenia por segura en lugar tan alto; mas la zorra arrebató de un altar una tea ardiendo, y puso fuego al árbol por todas partes mezclando con la pérdida de sus hijuelos el dolor de su enemiga. Aquí el águila por librar á los suyos del peligro de la muerte, volvió rendida sus hijos salvos á la zorra.


llamar á los hijos sangre de los padres. Anchises le dice á su hijo Eneas: Projice tela manus sanguis meus. Virgil. En. 6. v. 835.