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Amir y Arasi 223


beso!... ¡Al miraros así, creo ver á dos repúblicas abrazadas! Aquí hizo una pausa. — Amir y Arasi se estremecieron. — ¡El señor

Eyo sum! — murmuraron. ¡El señor Progreso!

— ¡Sí! — contestó la voz — el señor Ego sum que os ofrece su profecía ¿quereis? — He esperado hasta este instante, el plazo se ha cumplido ¡adelante!... Y escuchad:

— Vuestro beso, es una deuda mutua de vues- tros corazones, y simboliza una deuda entre dos países; vuestro beso es un beso santo, porque es un beso simbólico. ¿Creéis en mi profecía?... ¡Espe- rad! Yo soy el señor Progreso ¿lo ois? ¡yo soy el señor Progreso!... Y aquí la vos cesó de oirse... Vagamente se escuchó un rumor... Los jóvenes no lo sintieron mayormente... Estaban subyugados...

Cogidos de la mano y mirándose con tímida ter- nura, Amir y Arasi llegaron á la casa blanca. El joven depositó á su amada en los brazos de su madre.

— Madre querida — la dijo—besa á mi prometida y bendícenos. Arasi suspiró lentamente, y ocultó el rostro en el pecho de la anciana, que sonreía llena de ventura.


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