Amir y Rrasi 219
sé entretenerte. Es indudable lector.... ¿cómo quieres que te llame? — ¿lector distinguido, ? ¿lee- tor benévolo? ¿lector amable? — No; con tu per- miso, quiero decirte: lector bueno... ¿Te place? —— También yo soy muy buena... y no es, esto, un mérito, sino, meramente, una felicidad... Sí, lector hueno; sin duda, tu delicadeza, no te permitirá decirme: — Niña ocurrente; —tú, que todavía no has visto todas las auroras de cuatro hustros, ¿para qué te permites el lujo de escribir una novela, reclamando, así, imprudente, el honor de mi aten- ción, que tanto vale”... Perdóname, lector; ¿será tan grande tu bondad, que te detengas á escuchar- me un poquitito, semi-confidencialmente?...
¡Leetor!... Yo te pido perdón.
— Es verdad, que no puedo pintarte con los más vívidos colores, esos terribles ó duleísimos senti- mientos que conmueven el corazón humano, yo, que jamás he sentido, ni la fiebre de la calumnia, ni el despecho de la envidia, ni la rabia de los celos, ni la tiranía del odio.
Adivino todas esas pasiones por intuición; — mi corazón no las ha sentido, pero sabe ahondarlas y las comprende.
Pero ¿quién no ha sorprendido alguna vez en torno suyo, esas groseras expresiones del ánimo inculto ?
— Y escribo,, porque soy una constante aficio- nada, y por entretenimiento. Es como si Dios me dijera: escribe. Y yo, tomo la pluma y escribo, escribo... sin dificultades de ideas que huyen, como mariposas sutiles que no vuelven, ¡las alas de mi imaginación son muy libres y yo no les imprimo violentamente sellos nuevos que demarquen la ruta nativa de sus vuelos.