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Amir u Arasi

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Pero á pesar de este razonamiento, la puerta se

abrió... Colóse por ella el señor Progreso y de un brinco... —dicen —que se metió en la cama de Panchito! — ¡Cómo que el señor Progreso estaría

rendido de cansancio, después de tanto caminar á pie!

— ¡Entra! — chillaba Panchito, manteniendo la puerta abierta.

Nadie respondía.

-— Entra. te digo, animal.... ¡imbécil, bruto. entra!

¡Pedazo de brujo ó hruja! — ¿Quién será el atre- vido que así se burla de mí? y Panchito sacó la mitad del cuerpo hacia afuera. Miró á la derecha...

¡nada! — Miró á la izquierda... ¡nada! Al frente... ¡nadie tampoco! — ¡Hijo del cielo! — exelamó, Panchito haciendo la señal de la eruz. ¡Esto no es asunto de gente viva!... y ya Panchito cerró la

puerta más que ligero y muy acurrueado volvió á meterse en su lecho haciendo por segunda vez la se- ñal que es azote de Luzbel. ¡ Y dicen, lector...—mira que yo sólo te repito lo que la gente dice — dicen que Panchito no encontraba acomodo en el lecho! lo mejor, cuando ya estaba por conciliar el sueño. ¡Cristo bendito! daba Panchito una voltereta y se venía redondito al suelo. Y levantábase rascán- dose la cabeza y diciéndose ¿cual es el brujo ó bruja que se ha escondido aquí?... E inspeecionando todo volvía á zambullirse en las ropas del lecho, un tanto amoscado.

— ¡Santos del cielo! gruñó Panchito, tirándose de nuevo pero esta vez de un terrible salto, al suelo. ¡Qué ahí hay un gato metido, no me cabe duda!... ¡déjelo no más!... añadió con una valentía fan-


farrona.