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Amir y Arasi 203


¿hablabas de mí? ¿ y mal? — La joven se sentía avergonzada. — Ven acá, Amir, añadió César ¿Es tan linda como te dije? — y señaló á su prima. — Es bellísima —respondió Amjr, trémulo y miró á Arasi. ¡Ah! pensó — y Arasi es divina. pero me desprecia!... En el rostro del pobre joven se retra- tó un sufrimiento muy hondo. ¡Ah! ¡destino! ¡des- tino! Arasi con la mirada altiva y desdeñosa estre- chaba eonvulsivamente la mano de Luisa.

—¡Oh!— murmuró César, aproximándose á las dos jóvenes con su oficiosidad de médico. Las hemos asustado; ahora somos nosotros los que pedimos perdón.

— Á ambas recetaría un paseito — añadió con risa afectada.

— ¿Cuándo? -- preguntó Luisa, diligente.

— Ahora, ya, sobre la marcha.

— ¡No puedo! — susurró Arasi ¡estoy cansada

— Pues apóyate en mí — murmuró César ponien- do la mano de su hermana sobre su brazo.

Amir y Luisa les siguieron á corta distancia.

— Luisa estaba encarnada; Amir pálido como un muerto. Arasi alternaba entre el subido carmín y el marmóreo más intenso.

— ¡Hermana! — la decía César — ¿qué te pasa? o le tienes ahí?

— Nunca—murmuró la joven—nunca consentiré que por ta mediación venga á profesarme afecto



ó cariño. No ha venido espontáneamente, espoleado por el amor que siente por mí; la lástima se adivina en su semblante; tiene pena de verme enferma, cs sólo conmiseración lo que leo en su mirada!... ¡Haberlo traído aquí!... — Muy mal has hecho, César y si no te quisera tanto no te lo perdonara continuó la joven tristemente.