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1714 Margarita Eyherabide


Yo no sé—y aquel yo era dicho con la verdadera pronunciación de la y francesa. — Yo no sé... la brocha pequeña ha desaparecido y, la brocha pe- queña tiene que aparecer.

El hombre macaco dió dos ó tres vueltas, incli- nóse sobre un apiñado de cal y volviéndose con aire furibundo :-—¡ Se me ha perdido la cochara—exclamó — y el peón dice que está encima del tejado, pero en- cima del tejado no está. No fué el ratón chico no, el que me ha perdido la cochara, porqué el ratón chico está enfermo. ¡Fueron los ratones grandes!


El niño travieso soltó una grandísima carcajada y echó á correr apretándose la cabeza; — El hombre macaco permaneció como si no le hubiera oído y con infatigable afán comenzó á revolver y á mirar en todas direcciones.

De improviso, se da un golpe en la frente; — para esto, casi media docena de pequeñuelos venían co- rriendo como unos demonios, capitaneados por el que ya conocemos y se apostaron frente al pobre hombre.

— Maese — excalmó el díscolo — ¿por qué se ha dado usted ese golpecito en la frente?

— El hombre macaco, á quien seguiremos lla- mando La brocha porque á los chicos les había hecho gracia el asunto de la brocha pequeña y por otra parte, no conocían su nombre de pila, contestó sin mirar á su interlocutor: Aquí, entre paréntesis, añado que yo tampoco se el verdadero nombre de este buen señor. Así, perdónenme ustedes que los chicos y yo le sigamos llamando la brocha. Y conste que no siento admiración por los apodos.

Pues la brocha contestó como hablando mas bien consigo mismo :

— ¡Ahora que me recuerdo!... ¡La brocha pe- queña se me ha quedado en la casa!...