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Amir y Rrasi 139


— dijo el negro cazándolo y pasándole la faca por el pescuezo con una precipitación inusitada.

Arasi dió un grito. La cabeza del carpintero había caído á sus pies.

Esta visión brotó en la imaginación de la joven, y se estacionó esta vez en ella, como una pesadilla.

La carta de Amir deslizóse de sus manos y Arasi permaneció con los labios contraídos, la mirada fija ¡la faz entera en una muda expresión de sufrimiento!

Pero como un manto de consuelo una explosión de lágrimas vino á purificar las penas de su alma, amenguando la fría tormenta del corazón y Arasi, cayó de nuevo sobre elu sofá, exhalando ahogados eritos, víctima de un horrible estado de desespe ración.

¡Ah! —execlamó de improviso —¡la desgracia no se habrá consumado! ¡el pica-pau ha muerto! — ¡Espero! ¡ Espero!...