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Amir y Arasi

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ha contagiado hasta el corazón del hijo; cúlpalo al destino que te hizo nacer del vientre de una mujer «ue sólo lleva escrito en la frente el sello perdu- rable

— ¡No prosigas! Déjame ser hijo de mi madre, déjame ser hijo tuyo como yo quiero serlo, repuso Amir desconsolado. ¡Ah mamá mía! ¡me estre- meces!... ¡No quiero verte así! En tu frente sólo veo un un sello sublime de pureza, que nada conta- gia. En nuestros corazones hay mucha hiel... Per- mite que incline la copa de la miel bendita, sobre mi seno dolorido y bebe tú también en ella, madre buena, madre querida.

— ¡Gracias, hijo mío! Gracias; perdóname. Ten- go el corazón destrozado por tanto dolor. Pon tu alma en el afán de una vida nueva. Yo viviré de los recuerdos,... y te consolaré cuando el momento sea.

— ¿Quiéres decir que la alborada que surge, se velará una vez?...

-— Como una chispa sagrada, la conformidad se prende á mi espíritu... No doy más vuelos al pesi- mismo que rinde mi voluntad : — Una flor de espe- ranza brota en mi pecho desolado y me afanaré por cultivarla; sus perfumes serán todos para tí. Ten- dré paciencia y con ellos entretejeré la red de ensueños que ha de cubrir tus desilusiones, si la profecia llega, si la suerte no se contrarresta, si el destino no se vence.

— De tus palabras se desprende, ¡oh! dijo Amir una suposición tenebrosa que mata en capullo mis esperanzas. ¿Quieres hacerme comprender que el amor de... ella será solo lágrima que se evapora, suspiro que se convierte, brisa que se pierde........

— No quiero poner en duda su cariño, porque